EN POS DE ISTMANIA, Los intentos unionistas en Centroamérica entre 1824 y 1872


"Para sacar de este caos nuestra naciente República, todas nuestras
facultades morales no serán bastantes, si no fundimos la masa
del Pueblo en un todo: la composicion del Gobierno en un todo: la
Legislacion en un todo: y el espíritu nacional en un todo. Unidad,
Unidad, Unidad, debe ser nuestra divisa."
Simón Bolívar

Introducción

El epígrafe del Discurso de Angostura es la razón que hoy otra vez nos convoca para llevar a cabo la única solución de felicidad que tiene la humanidad. Hay muchos dichos populares que hablan de lo indispensable que es para lograr los objetivos básicos de la vida humana; nuestro Libertador Simón Bolívar lo dijo de mil maneras y hoy nuestros líderes revolucionarios lo repiten cada vez que hablan. Es la utopía por la que tanto hemos luchado los seres humanos y que algún día verá la luz: la Unión de los pueblos. En Latinoamérica han sido muchos los intentos de reunificación que ha habido desde nuestra “primera independencia”, de la que hoy estamos celebrando su 200 cumpleaños. Veremos cómo muchos de ellos tuvieron lugar en Centroamérica, a raíz del conocimiento del sueño bolivariano de construir la Gran Patria Suramericana.

Dos consideraciones históricas iniciales surgen como necesarias al intentar el recuento de los movimientos unionistas centroamericanos en el siglo XIX. En primer lugar hay que tomar en cuenta que las capitanías generales y los virreinatos del sur del continente americano lograron su independencia del Imperio español, a fuerza de sangrientas luchas que tuvieron lugar en un período de casi veinte años; la Capitanía General de Guatemala, constituida en el territorio centroamericano, por el contrario, declaró su independencia de forma "pacífica", esto es, sin disparar una sola bala. Por otro lado, es importante saber que debido a los intereses económicos de la metrópoli, Guatemala solo había desarrollado una ciudad, mientras las demás capitales provinciales y todas las demás ciudades permanecían en el más oscuro de los olvidos; eso contrastaba con el desarrollo, en mayor o menor grado pero de forma paralela, de varias provincias o al menos varias ciudades en el resto de cada una de las demás colonias. Las dos razones anteriormente expuestas se proponen con mucha frecuencia en la historiografía centroamericanista como las causas primigenias de la imposibilidad de las naciones del istmo para mantenerse unidas como una sola patria, después de su Independencia del Imperio español.

Es necesario decir, sin embargo, que el pensamiento unionista en Centroamérica, como en el resto de la región, estuvo presente desde su nacimiento y fue en el pasado, así como lo ha sido en el presente, imposible de ignorar. De hecho, Estados Unidos ha demostrado siempre tener muy claro ese conocimiento, desde el momento en que cada vez que los pueblos del continente adelantan algún intento de unión, esa nación está presta a invadir por la fuerza o a impedir por medio de cualquier tipo de negociación que ésta se lleve a cabo. Juan Nepomuceno de Pereda, Ministro Plenipotenciario de México ante Guatemala, decía en su memoria a mediados del siglo pasado:

“El pensamiento de ese pacto común entre los Estados hispanoamericanos, y la reunión de un gran Congreso, en que éstos fueran representados, nada tiene por cierto de nuevo. Casi es tan antiguo como la independencia, y pudiera decirse que asomó con ella. Dos personajes lo concibieron simultáneamente: el Libertador Bolívar, en Colombia, y el sabio don José Cecilio Valle, en Centro-América.”

Así, la historia de los pactos unionistas en el istmo centroamericano se sucede en forma simultánea a la enumeración de los movimientos unionistas en el resto del sur de América. Istmania logró ser una nación institucionalmente unificada por un período de 15 años; posteriormente se redactaron al menos dos constituciones, se firmaron una serie de pactos y se reunieron varias dietas y asambleas nacionales, que nombraron gobiernos y que no llegaron a consolidarse, pero que constituyeron una existencia al menos formal de la unión centroamericana. Al mismo tiempo hubo muchos intentos de reunificación forzosa, en la que jefes militares intentaban mantener dentro de la unidad, por la razón de las armas, a los países de la unión que se rebelaban a ella.

“En términos generales los sesenta años que siguieron a la ruptura de la Federación pueden caracterizarse por la pugna entre los “constitucionalistas” que buscaban la unidad por la negociación y los arreglos constitucionales, y los “liberales”, herederos de Francisco Morazán, para quienes la unión era un recurrente llamado al clarín y la espada.”

Hubo, por cierto, al menos dos intentos de unificar la región centroamericana con la suramericana. Sin embargo, al igual que en el resto de Latinoamérica, la labor constante de los distintos enviados, primero de algunas de las potencias europeas y posteriormente de los Estados Unidos de Norteamérica, tanto desde la instancia diplomática como desde otros flancos diversos, logró boicotear cada uno de los intentos unionistas que llevaron a cabo los pensadores, militares y políticos centroamericanos, evitando así que la patria unificada pudiera ser un hecho, más allá de las palabras escritas en constituciones y habladas en congresos, dietas y asambleas por diversos personeros de todos los bandos internos, que por demás nunca faltaron.

Tanto en el centro como en el sur de Nuestra América , todos los movimientos unionistas fueron torpedeados una y otra vez, porque era evidente que no convenía a los intereses imperiales una región hispana unida, ya que esto determinaría la pérdida de las grandes cantidades de riquezas naturales contenidas en estos territorios, de las que desde muy temprano tuvieron noticias los imperios y en las que todos quisieron meter las manos. Una y otra vez intervinieron, usando métodos tan disímiles como la irrupción bélica directa hasta la infiltración de las reuniones, que terminaban no pudiendo llegar a acuerdo alguno. Poco a poco lograron adormilar las conciencias de los pueblos de la unión y empezaron a montar la estructura jurídica internacional que permitiría, un siglo después, a finales del siglo XX, intentar enterrar definitivamente las ideas de soberanía nuestramericana y convertir de una vez por todas a este hemisferio en su “patio trasero”, por medio de la firma de los tratados de libre comercio.

Pero según el poeta, Bolívar le dijo: "Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo" . Y en eso estamos; en pleno despertar de la conciencia popular de soberanía, de solidaridad, de justicia; de lucha por nuestra unión y de búsqueda de nuestra independencia real, como naciones libres de toda dominación imperial, tal como lo expone Arévalo en su texto:

“La única respuesta verdadera, el único contenido genuino de nuestro antiimperialismo es la lucha por la unidad nacional de América Latina, es levantar la bandera de los Estados Unidos de Latinoamérica, que significará el fin del poder yanqui en el suelo latinoamericano y quizás la conclusión de su poder mundial. La agresividad y potencia norteamericana se apoyan en la explotación de las riquezas naturales de América Latina, su gigantesca semicolonia de reserva. La unidad latinoamericana pondría fin a ese predominio.”

Antecedentes

La Capitanía General de Guatemala, que junto a México formaba el Virreinato de Nueva España, estaba constituida por lo que va desde, por el norte, el actual territorio del estado mexicano de Chiapas hasta, por el sur, el actual de Costa Rica. Aunque esta región no era rica en minerales y metales como otras partes del hemisferio, destacaba por su producción agrícola, principalmente en rubros como las maderas finas, el cacao, el añil para teñir textiles y la caña de azúcar, comercio todo que redundó en la acumulación, tanto de grandes capitales como de enormes miserias.

Ahora bien, en su afán de abrir otras opciones comerciales y por temor a que el ejemplo del desarrollo político español orientase el destino americano por los mismos derroteros de los sectores liberales de la vieja metrópoli, donde habían terminado por imponer una Constitución, los sectores oligárquicos declararon prácticamente sin derecho a protesta, su independencia de la Corona Española el 15 de septiembre de 1821, tras una reunión en la Ciudad de Guatemala, en la que se conformó una Junta de Gobierno provisional, presidida por el, hasta ese momento, Capitán General español, Gabino Gaínza. La nueva República de Guatemala quedaba así conformada por los territorios de la Provincia de Ciudad Real de Chiapas, la Provincia de Guatemala (que incluía a El Salvador y Belice), la Provincia de Comayagua (que aproximadamente es la actual Honduras) y la Provincia de Nicaragua y Costa Rica.

La noticia de la independencia desconcertó a la mayor parte de las oligarquías de las distintas provincias de Centroamérica, que durante todo el período colonial no disfrutaron del mismo tratamiento que tuvo la ciudad de Guatemala, la cual se benefició de las ganancias que producían todas las demás provincias, pretendiendo convertirse en la metrópoli que manejaría el poder después de la independencia.

“Al verificarse en 1821 la Independencia, las poblaciones centroamericanas eran aldeas miserables, asquerosas, desconocíanse las carreteras, los caminos de herradura eran senderos apenas practicables, la agricultura rutinaria y atrasadísima, la ganadería empírica y sin selección, en un atraso inmenso... La enorme incultura de las masas, la miseria económica, la despoblación, la falta de caminos terrestres entre una y otra provincia, el antiguo abandono de las vías marítimas...”

En ese contexto, las autoridades de Guatemala recibieron una carta de Iturbide, que habiendo proclamado la independencia de México a través del "Grito de Iguala", invitaba a Centroamérica a unírsele, con la promesa de un pacto "trigarante" que expresaba claramente el carácter conservador de la proclama emancipadora, reconocía la religión católica y la unión entre mexicanos y españoles y convertía a México en una monarquía constitucional. Todo ello garantizaba la independencia fiscal de la gran nación sin cambio político-económico alguno, lo que por supuesto no fue del agrado de las oligarquías de las demás provincias de la recién constituida república.

Gabino Gaínza convocó entonces a una reunión en enero de 1822 para proponer la incorporación de Guatemala a México. San Salvador y Granada, rehusaron tajantemente desde el principio formar parte del imperio mexicano, porque preferían unirse a la cada vez más poderosa unión de los Estados del Norte de América como estados de la federación, hasta que Vicente Filísola, Jefe Político y Militar de México los invadió y los anexó por la fuerza al novel imperio. De esta manera, la Junta de Guatemala declaraba la anexión a México el 5 de enero de 1822.

El denominado imperio colapsó luego de un año de su implantación y militares republicanos instauraron un estado mexicano. Guatemala y sus provincias se separaron de él (exceptuando la provincia de Chiapas que decidió permanecer unida a México), declarando de nuevo su independencia y pasando a formar las Provincias Unidas del Centro de América, el 1 de julio de 1823. El Congreso del nuevo estado rebautizó al país con el nombre de República Federal Centroamericana y redactó una constitución, que se proclamó el 22 de noviembre de 1824, aún cuando su vigencia efectiva se vio interrumpida en varios períodos de su historia. Las antiguas provincias se transformaban en estados federales y comenzaba así una sucesión de confrontaciones entre ellos, que terminaron por acabar con la República Federal. Sin embargo, había ya en los estratos más liberales de la sociedad centroamericana una tendencia que seguía la filosofía bolivariana, la cual pretendía la unificación de Centroamérica con la América del Sur. En este sentido no se puede dejar de citar a Mirela Quero, cuando relata que en 1823:

“El Bachiller Rafael Francisco Osejo (...) concibió la idea de adherir, bajo la forma federada, la naciente República de Costa Rica a la República de Colombia, encargándose el propio Don Manuel María Peralta y el Br. Osejo de la redacción del texto a presentar al Libertador. Sin embargo, un grupo proimperialista (...) dio un golpe militar a la ciudad capital (...) resultando (...) el fin de la idea federalista con la Gran Colombia (...).”

Antes de eso inclusive, el 10 de febrero de 1822, el redactor del Acta de Independencia de Guatemala, José Cecilio del Valle, decía en su discurso presentado a la Junta Gubernativa, que los intereses de Guatemala “están enlazados con los de la América que antes era sometida, y es ahora independiente del Gobierno español. Todas las naciones de América deben formar una gran familia...” , lo que se constituyó en uno más de los tantos llamados a la unidad de las naciones latinoamericanas. Sin embargo, Del Valle no parece haber vislumbrado como Bolívar el peligro que significaba Estados Unidos del Norte para las naciones suramericanas y propuso una reunión del norte con el sur de América, a fin de planificar y llevar a cabo una unión que él creía beneficiosa:

“Algún día se formará acaso un congreso general que reuniendo representantes de todas las provincias de ambas Américas reúna las luces sobre todos, y pueda meditar, calcular y acordar lo que convenga para sostener su causa y ocupar en el mundo el lugar que debe tener.”

República Federal del Centro de América

La primera constitución de Centroamérica tenía innovaciones tales como su tratamiento de los derechos humanos, en la cual destacaban, entre otros aspectos, la proscripción absoluta de la esclavitud, la consagración del derecho de asilo, la limitación de la pena capital, el establecimiento del jurado y la supresión de los fueros. Se restringían considerablemente las facultades gubernamentales para limitar los derechos civiles y políticos, incluso en caso de graves amenazas o ataques al orden público, lo cual habría de ser un grave obstáculo para las autoridades. La única modificación que se efectuó, en 1832, fue para consagrar en sus páginas la libertad absoluta de cultos.

Parece claro que dicha constitución no tenía como principios fundamentales los intereses de las clases dominantes, porque los ejemplos constituidos entre otros por el levantamiento de los negros y mulatos en Haití y la revolución de las clases populares en Venezuela habían inspirado decisivamente su redacción. Era tal la influencia del pensamiento de Simón Bolívar y las luchas independentistas latinoamericanas en ese momento de la historia de Centroamérica, que:

“La Representación Nacional de Centro-América manda a colocar en el salón de sus sesiones, al lado derecho del solio, el retrato del Libertador Simón Bolívar, con la siguiente inscripción al pie: -La Asamblea Nacional Constituyente de los Estados Unidos del Centro de América decretó en honor del Libertador del Sur americano, poner aquí su retrato.”

Surgía así una grave fractura ideológica en el Estado centroamericano, que separaba a los conservadores (que habían instigado a la separación de España precisamente por los vientos liberales que soplaban allí) de los liberales (que ansiaban justamente extender los nuevos ideales de libertad, igualdad y hermandad que recorrían Europa a la nueva patria). Pero además era claro que enfrentaba a las clases dominantes de la nueva metrópoli con las de sus provincias, tal como lo señala Herrarte: “(...) el error de la Constitución de Centroamérica de 1824 consistió en haber puesto frente a frente a los poderes nacionales omnímodos de los cinco Estados.”

En medio de todo ese clima de hostilidades internas y contra todo pronóstico alentador, el 15 de marzo de 1825 se firmaba en Bogotá un Tratado de Unión, Liga y Confederación Perpetua entre las recién conformadas República de Colombia y las Provincias Unidas de Centro América, que fue ratificado por la Asamblea de esta última nación el 12 de septiembre del mismo año. Ese sería el primer tratado que celebraría Centroamérica como república independiente y una de las primeras señales de que el pensamiento unionista estaba esparciéndose y calando en las fibras de las gentes de todo el continente.

Dentro de ese espíritu, en 1826 el canónigo Antonio Larrazábal y el doctor Pedro Molina asistían al Congreso de Panamá, con poderes expresos para “(...) proponer, iniciar, acordar, y ajustar y concluir con los ministros plenipotenciarios de las demás Repúblicas de América, las medidas, estipulaciones y convenios que exija el interés general del continente(...)” . Ahora se sabe que la reunión de los países de América del Sur convocada por Bolívar para Panamá fue boicoteada desde dentro, incluso antes de que viera luz su primera invitación formal y saboteada por muchos de sus supuestos convocantes en el mismo momento en que se estaba realizando. Pero se puede decir que Centroamérica había hecho su tarea y fue dispuesta a que tuviera éxito.

Francisco Morazán, quien fue fundador y alto funcionario del primer gobierno de la Federación, se convertiría en el jefe militar más importante con que contó la idea de la unión centroamericana, dirigiendo todos sus empeños en mantener unida la República, que había nacido convulsionada por los enfrentamientos de las facciones político-económicas. Llevaba a su ejército donde estallaran las sublevaciones conservadoras para sofocarlas; además tuvo que luchar contra el creciente movimiento contrabandista y contra la Iglesia católica, que era una de las principales fuerzas que instigaban a las insubordinaciones. El unionismo además tuvo que enfrentar el fino trabajo divisionista realizado a través de los años por la Gran Bretaña, para hacer más fácil la labor de seccionar la República con el fin de apoderarse de algunas de sus porciones (Belice, Roatán y la Mosquitia). Era tan crítica la situación, que llegó a haber un intento de España por reconquistar el territorio centroamericano, que fracasó por razones definitivamente alejadas de la capacidad de defenderse de la Nación Centroamericana.

La joven nación estaba herida de muerte. El propio creador de su acta de Independencia José Cecilio del Valle vaticinaba un final infeliz, cuando con cierto dejo de pesimismo escribía sobre el Gobierno de la República de Centro América, que:

“No es un poder independiente, investido de las facultades, rico con las rentas, y fuerte con las fuerzas necesarias para mantener el orden y hacer que la República marche a la prosperidad. Es un ser débil, sujeto a la acción poderosa de los Estados, sin facultades, sin tierras, sin rentas ni fuerzas. Vivirá si los Estados quieren que viva; vivirá el tiempo que quieran los Estados; vivirá de la manera que agrade a los Estados. La Existencia de los Gobiernos de los Estados es una existencia independiente en su administración interior. La del Gobierno nacional es una existencia precaria. El ser de los Estados es fuerte; el de la nación es débil.”

A partir de 1830 se extendió una ola de levantamientos por todo el istmo centroamericano, amenazando con destruir la república. En 1832 Morazán es electo Presidente como sustituto de Valle que murió, pero la guerra civil se generalizó a tal punto, que para finales de esa década no se vislumbraba posibilidad alguna de mantener las cinco provincias centroamericanas como una misma nación. Sin embargo, se encuentran suficientes evidencias bibliográficas de que la idea de la unión ya había quedado escrita con tinta indeleble en las mentes de los pensadores y de los pueblos centroamericanos y no se borraría más.

“Al hacer Centroamérica de cada aldea un Estado soberano –como dijera el gran Sarmiento- habría de resultar imposible que los Estados encontraran su felicidad en el aislamiento. El mismo día de la separación, cada una de las provincias protestaba que pertenecía a la nación centroamericana y que la separación era temporal, motivada por los vicios de la Constitución y la guerra civil. Es así como se inicia el nuevo período caracterizado por esa lucha constante entre la unión y el separatismo. (...) la nación fragmentada pugnaría por su unidad, siguiendo un claro instinto que le señalaba cuál era el camino de su prosperidad y progreso; pero oponiéndose a ello el localismo, los intereses creados, las ambiciones de los caudillos y todas esas fuerzas retrógradas que han hecho que Centroamérica, que pudo ser de las más brillantes naciones hispanoamericanas, sirva de escarnio y ludibrio por su división y sus constantes guerras, por su atraso económico y cultural, por la historia de sus despotismos...”

Los Altos se segregaría de Guatemala, con la intención de formar el sexto Estado de la federación centroamericana en febrero de 1838; pero la Federación quedaría disuelta algunos meses más tarde y su Constitución abrogada de hecho, para dar paso a la declaración de cinco estados independientes. Los Altos volvería a ser parte de Guatemala en 1840.

Años después, Juan Nepomuceno de Pereda escribiría en su Memoria presentada ante el Ministerio de Relaciones Exteriores mexicano, del cual él fue el representante ante Guatemala, una reflexión sobre los sucesos de la historia latinoamericana, en la que consideraba que las naciones hermanas estarían condenadas a vivir separadas unas de otras, por obra y gracia de los designios de los imperios.

“La federación de Centro América sigue el ejemplo de Colombia. Destrozada por una incesante guerra civil, apenas marcó la huella de su existencia; y surgen de sus escombros, los cinco pequeños Estados que hoy representan otras tantas nacionalidades, con las denominaciones de repúblicas de Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, y los Estados del Salvador y Honduras, nacionalidades débiles, que carecen de las principales condiciones de existencia, como lo están demostrando los sucesos mismos, y la guerra en que actualmente está empeñada Nicaragua; no siendo suficientes los esfuerzos combinados de estos cinco Estados, para vencer a las hordas del usurpador Walker.”

Morazán seguiría insistiendo en la unificación, desde su destierro en el 39, hasta su muerte; pero la separación era ya un hecho inevitable. Entre abril y septiembre de 1842, llevó a cabo su última campaña nacionalista y unionista, iniciada desde Costa Rica, en medio de la cual el líder fue capturado y asesinado. El prócer escribía a toda carrera su testamento antes de ser fusilado:

“2) Declaro que todos los intereses que poseía míos y de mi esposa, LOS HE GASTADO EN DAR UN GOBIERNO DE LEYES A COSTA RICA, lo mismo que diez y ocho mil pesos (18,000$) y sus réditos que adeudo al Sr. General Pedro Bermudes. 3). Declaro que no he merecido la muerte porque NO HE COMETIDO MÁS FALTA QUE DAR LIBERTAD Á COSTA RICA Y PROCURAR LA PAZ DE LA REPÚBLICA. De consiguiente mi muerte es un asesinato, tanto más agravante cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no he hecho más de cumplir con las órdenes de la Asamblea en consonancia con mis deseos de reorganizar la República. 4) Protesto que la reunión de soldados que hoy ocasiona mi muerte, la he hecho únicamente para defender el departamento del Guanacaste perteneciente al Estado, amenazado según las comunicaciones del Comandante de dicho Departamento por fuerzas del Estado de Nicaragua. Que si HA TENIDO LUGAR en mis deseos el usar después de algunas de estas fuerzas para pacificar la República, sólo era, TOMANDO DE AQUELLOS QUE VO-LUNTARIAMTE QUISIERAN MARCHAR, PORQUE JAMÁS SE EMPRENDE UNA OBRA SEMEJANTE CON HOMBRES FORZADOS. 6). Declaro que mi amor á Centro América muere conmigo. Excito á la juventud que es llamada á dar vida á este país, que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza, antes que dejarla abandonada al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”.

Para combatir al unionismo, los gobiernos conservadores de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Guatemala firmaron el Pacto de Guatemala el 7 de octubre de 1842, por el cual se establecía el desconocimiento de los gobiernos nacidos de revoluciones, previendo que no pudieran capturar a Morazán y ratificaba el rompimiento de todo vínculo con Costa Rica, marcando el definitivo rompimiento de la Patria grande en el istmo.

Otros intentos unionistas centroamericanos en el Siglo XIX

Para la misma época se realizaba la Convención de Chinandega, como resultado de las gestiones del Presidente Justo Rufino Barrios. En esa conferencia se firmó el Pacto de Chinandega el 17 de julio de 1842 entre los representantes de Nicaragua, El Salvador y Honduras. Es así como se conformaba la Confederación de Centroamérica, que tendría un Poder Ejecutivo, un Poder Legislativo y un Poder Judicial comunes y una única representación exterior. Los tres Estados participantes en la Convención ratificaron el pacto y los de Guatemala y Costa Rica fueron invitados a adherirse a él. Guatemala se abstuvo de hacerlo y Costa Rica se adhirió condicionalmente el 6 de diciembre de 1843, con algunas protestas, que no fueron consideradas, por lo que su adhesión no llegó a ser efectiva. La Confederación se disolvió de hecho en 1845.

En 1845 los gobiernos de El Salvador y Guatemala propusieron la reunión de sus comisionados en agosto de ese año en la población salvadoreña de Sonsonate, para reestablecer la unión política de la región. Aunque la conferencia no se pudo celebrar en la fecha propuesta, en febrero de 1846 se reunieron en Sonsonate delegados de Costa Rica, El Salvador y Guatemala. Nicaragua anunció de antemano que no participaría. Los delegados de Honduras llegaron en junio de 1846, cuando ya se habían retirado los de Guatemala. La asamblea que finalmente sería llamada la Dieta de Sonsonate se inauguró el 15 de junio de 1846, con participación de Costa Rica, El Salvador y Honduras y empezó sus trabajos instando a Guatemala y Nicaragua a enviar representantes. El 28 de junio se supo que Guatemala ya había mandado de nuevo su delegación, pero entonces se retiraron las de El Salvador y Honduras. Uno de los dos delegados de Costa Rica, Manuel Aguilar Chacón, falleció. El 10 de julio llegó la delegación de Guatemala, pero como no regresaron las de El Salvador y Honduras, el 5 de agosto también se retiró y el único delgado que quedaba, el costarricense Rafael Escalante Nava, optó también por abandonar Sonsonate.

Otro de los intentos de unificación política fue la Dieta de Nacaome, celebrada en la población hondureña del mismo nombre, con participación de El Salvador, Honduras y Nicaragua. La reunión se inauguró el 22 de julio de 1847 y una de sus primeras decisiones fue la de invitar a Costa Rica y a Guatemala a enviar delegados, pero ninguno de los dos países participó. El 7 de octubre la Dieta aprobó un convenio para crear un gobierno centroamericano provisional y otro para convocar a una asamblea constituyente. Costa Rica y Guatemala fueron invitadas a adherirse a ambos acuerdos. Honduras y Nicaragua ratificaron en su totalidad los dos convenios de Nacaome, pero El Salvador sólo los aprobó parcialmente y no tuvieron efecto.

La Conferencia de León fue una conferencia diplomática celebrada en noviembre de 1849 en León, Nicaragua, entre El Salvador, Honduras y Nicaragua, para tratar de restablecer al menos una parte de la unión política de Centroamérica. En ella se firmó, el 8 de noviembre, un convenio mediante el cual se establecía la Representación Nacional de Centroamérica, un órgano confederado con dos representantes por cada Estado, elegidos por las legislaturas cada cuatro años y que debería reunirse en Chinandega, Nicaragua y elegir un Presidente y un Vicepresidente. Se renovaría por mitad cada dos años y tendría una serie de atribuciones en materia de política exterior y defensa.

En enero de 1852 las autoridades hondureñas reiteraron a las de El Salvador y Nicaragua su propuesta de reunir una Asamblea Constituyente, que finalmente inició sus sesiones en Tegucigalpa en octubre de ese año. La Constituyente aprobó un Estatuto Nacional de la República de Centroamérica y eligió como Presidente de ésta al General José Trinidad Cabañas, pero estos auspiciosos comienzos se vieron súbitamente interrumpidos debido a que tanto El Salvador como Nicaragua rechazaron el Estatuto aprobado. Esto hizo también que decayeran los impulsos unionistas en Centroamérica durante otro período de tiempo.

Nicaragua además, se erigió en República soberana, como ya lo habían hecho Costa Rica y Guatemala varios años antes, iniciando un período de luchas intestinas que solo terminó a mediados de 1856, cuando William Walker prácticamente se había apoderado del país. Ante su invasión y a raíz de la traición de una parte de la sociedad política de esa nación, aliándose con el filibustero estadounidense para permitir el acceso de los piratas norteamericanos al poder de una nación soberana de Centroamérica, los demócratas y los legitimistas acudieron en una voz a solicitar ayuda de los demás integrantes de lo que había sido la unidad político-territorial llamada Centro-América, se pusieron de acuerdo para unirse efectivamente y echar a patadas al enemigo de la Gran Nación. Los Gobiernos de Costa Rica, el Salvador y Guatemala enviaron sus ejércitos para ayudar a los nicaragüenses, pero con la condición de que los partidos rivales y sus líderes se reconciliaran y firmaran un acuerdo de entendimiento deponiendo intereses partidarios. Finalmente, el 12 de septiembre de ese año, el general Máximo Jerez por el partido democrático y el general Tomás Martínez por el partido legitimista suscribieron en la ciudad de León un convenio político de conciliación conocido como el Pacto Providencial (N° 5), con la garantía de los jefes de los Ejércitos de Guatemala y el Salvador.

Este pacto facilitó la lucha en conjunto con las milicias de los otros cuatro países centroamericanos contra las fuerzas filibusteras de William Walker hasta lograr su expulsión. Éstas eran las circunstancias cuando algunos dirigentes políticos, demostrando un alto sentido de responsabilidad y dignidad, supieron apartar sus diferencias y suscribieron un pacto con la intención, no sólo de resolver de inmediato los agudos problemas que afligían a la Patria, sino también de fijar las bases para normar el futuro desarrollo político de la Nación. Si esa hubiera continuado siendo la tónica de las relaciones entre los países del área, posiblemente habría habido un claro avance en el camino de la unidad. Pero ese no fue el caso y aunque en 1858 Costa Rica proponía una nueva Federación, la idea de la unidad se vería cada vez más entorpecida por los intereses tanto internos como externos.

Gerardo Barrios y Máximo Jerez llevaron a cabo lo que se llamó la nueva gesta unionista en 1862, con la organización de algunas tropas en Nicaragua y la pretensión de imponer la unión por la fuerza. Una vez más no resultaba. Pero tal como sucedió durante la mayor parte del siglo XIX en todo el Continente Americano, ese mismo año se planteaba nuevamente la cuestión de la unión latinoamericana en ocasión de buscar adhesiones al Tratado Continental. Esta vez era Colombia la que invitaba a los demás países latinoamericanos a reunirse en un congreso en la capital norteamericana y bajo la égida de esa nación, que tomaría parte activa de lo allí acordado. Al respecto de la invitación colombiana hay una respuesta del Gobierno de Costa Rica, que evidencia que el accionar del país del norte en el hemisferio ya se había convertido en la preocupación generalizada para América Latina:

“(...) si los Estados Unidos de Norte América contrajesen la solemne obligación de respetar y hacer respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de sus hermanas las repúblicas de este continente; no anexar ni por vía de compra, ni bajo cualquier otro título, parte alguna de sus territorios; de no permitir expediciones filibusteras, ni atentar de modo alguno a los derechos de estas comunidades. Nuestras repúblicas, apoyadas en un tratado de esta naturaleza, admitirían sin desconfianza y sin preocupaciones por el porvenir, su íntima alianza con el pueblo norteamericano; (…)”

En 1865 surgieron de nuevo las iniciativas unionistas armadas, que derivaron en una gran confrontación entre El Salvador y Honduras por una parte y Guatemala y Nicaragua por otra. Honduras se independizaba definitivamente como el último Estado de la Unión en hacerlo, lo que establece un hito en la historia de Centroamérica. Sin embargo, el 23 de enero de 1865 se firmaba el Tratado de Unión y Alianza Defensiva entre Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y El Salvador, lo que permite afirmar que la idea de la unidad latinoamericana permanecía viva en ese momento.

El 7 de febrero de 1872 empezó la Conferencia de La Unión, llamada así por la firma del Tratado de Unión Centroamericana en¬tre Costa Rica, Honduras, Guatemala y El Salvador, en la que se establecía en su artículo 3, que:

“La conservación de la paz entre las repúblicas Centroame¬ricanas es un deber estricto de sus respectivos Gobiernos y pueblos, y las desavenencias que entre ellas se susciten, cualesquiera que sean los motivos, serán arregladas conciliatoriamente, interponiendo sus ofi¬cios los Gobiernos que no tuvieren parte en la cuestión; y, en caso de no haber avenimiento, se sujetarán al juicio arbitral de la autori¬dad centroamericana que se establezca, o al de un tribunal de árbi¬tros compuesto de representantes de los Gobiernos centroamericanos neutrales.”

Se firmaron así una sucesión de acuerdos de paz y amistad bilaterales, destinados a restablecer la federación centroamericana, disuelta en 1839. En esos tratados se instituía una Dieta o corte arbitral, que se constituía en una institución nacional, más que en una corte internacional de arbitraje o apelaciones, entre cuyas atribuciones estaba la especial de diri¬mir, por medio del arbitraje, los conflictos que sobrevinieran entre dichas repúblicas. Sin embargo, casi inmediatamente estallaba una guerra entre El Salvador, Guatemala y Honduras, que el Tratado de la Unión no pudo impedir y que de nuevo entorpecería la realización de la reunificación.
Terminaba el año 1872 con lo que fue el primer proyecto de la Conferencia de Amapala, que no sería una realidad hasta 1895 y que será el objeto de estudio en una parte ulterior de esta investigación.

Caracas, 2009

Relaciones Venezuela-Malasia (1986-2008)


Recién entrada la segunda mitad del siglo XX, durante el proceso de independencia, el gobierno colonial británico enfrentó una rebelión popular en la península malaya, que al cabo de once mil vidas pudo ser contenida. Es así como los territorios malayos, que desde 1785 fueran protectorado británico a raíz del establecimiento de una base militar en el Puerto de Penang, se convertían para 1955 en una federación soberana de estados. Sin embargo, no fue sino hasta el 16 de septiembre de 1963 cuando se conformó una nación llamada Malasia, integrada por 14 estados, entre los que se encontraban los territorios de Malaya, Sarawak, Sabah (antes denominada Borneo del Norte) y Singapur, cuyo retiro pacífico en 1965, originó la creación de un nuevo país.

Esta tierra encantada se encuentra situada en el corazón del sureste asiático y está conformada por dos pedazos de tierra separados por el Mar de la China: Malasia Peninsular, que limita con Tailandia y Singapur y Malasia del Este en la parte norte de la Isla de Borneo que limita con Indonesia y Brunei. Allí convive una mezcla de culturas tan diferentes como la hindú, la china (alrededor del 35% de la población) y la malaya, que son la mayor parte de la gente (más del 50%) y descienden directamente de la población originaria del lugar, tribus muy antiguas que aún hoy conservan su identidad dentro de una sociedad cosmopolita y compleja. Todos ellos pasaron de ser un conjunto de reinos hindúes a mediados del milenio pasado, a convertirse al Islam y ser gobernada por sultanes, que son los jefes de cada uno de los sultanatos que originalmente eran estados independientes y que según las leyes del actual estado malasio, conforman el Consejo de Gobernantes, que funciona como un consejo moral nacional y que eligen un jefe supremo o Yan di-Pertuan Agong, que tiene a su cargo la Jefatura del Estado por cinco años; además hay un Parlamento Federal electo popularmente por votos directos y secretos, ante el cual un Primer Ministro, que es el Jefe del Gobierno y su Gabinete se responsabilizan por el curso de las decisiones del gobierno nacional.

Desde 1968 los diplomáticos venezolanos, primero de la Misión en el Reino Unido y luego de la de Hong Kong, remitían a Caracas informes sobre la cuestión malaya. Sin embargo, no parece haber rastros de alguna comunicación oficial entre el Estado venezolano y la nación malasia. Inmediatamente después de las elecciones generales de 1969, la Alianza política ganadora se enfrentó con una oposición encarnizada que propició serias alteraciones, sobre todo en los territorios de Sabah, a raíz de lo cual se recurrió a los poderes de emergencia, con los que se impusieron restricciones políticas importantes hasta 1971. Tun Abdul Razak, el primer Premier malayo convirtió la coalición gobernante en el Frente Nacional Panmalayo, para terminar venciendo de nuevo, tanto en las elecciones de 1974 como en las de 1978. En 1981, Mahathir bin Mohamed se convirtió en el Primer Ministro y en el artífice tanto de la restricción del Yang.di-Pertuan y del Consejo de Gobernantes para vetar las leyes, como de la supresión de la inmunidad en los juicios de éstos, de sus familiares y allegados, comenzando así mismo un período en el cual se intentó posicionar a Malasia como un país industrializado. Y así, Malasia que tradicionalmente fue un exportador de materias primas como hule y madera, en esta nueva etapa impulsó su modernización, propiciando que el país se volviera exportador de insumos de computación y un importante prestador de servicios turísticos.
En 1984, la diplomacia venezolana manifestaba cierto interés por la realidad nacional malasia (No. 2 y No. 3), porque aunque lejanos geográficamente, parecían coincidir en características socio-económicas y en intereses geopolíticos, lo que se había evidenciado por un lado, en la pertenencia a organismos multilaterales, novedosos para ese momento, tales como el G-15, el G-77 y el Movimiento de los países No Alineados, que intentaban escaparse de la bipolaridad de la llamada Guerra Fría; y por el otro, en su disposición a la modernización, que por esos momentos parecía implicar necesariamente la globalización. De hecho, en mayo de 1986 los dos países se encuentran en la II Conferencia para la Cooperación Sur-Sur en Kuala Lumpur, a raíz de la cual el Primer Ministro malasio remite una comunicación al Presidente venezolano, invitándolo a nombrar un delegado para la comisión ad-hoc que fue conformada. Sin embargo, no es sino hasta el 18 de diciembre de 1986, cuando por medio de un comunicado conjunto firmado en Nueva York, Venezuela y Malasia establecieron relaciones diplomáticas con el deseo de promover un acercamiento entre los dos países, intentando así dar un paso hacia la cooperación más efectiva y al estrechamiento de los lazos económicos.

Bien podría decirse que las relaciones diplomáticas entre estos dos países del Sur estuvieron caracterizadas en su primera etapa por paulatinos avances y desaceleraciones, debido posiblemente a los cambios en las estrategias geopolíticas de cada nación en cada momento. Por ejemplo, a pesar de que en fecha 29 de diciembre de 1986 fue solicitado el placet para el Embajador de Malasia ante el Gobierno de Venezuela con residencia en Brasil, pasaron varios meses antes de que el Embajador de Venezuela en Indonesia se acreditara ante el Gobierno de Malasia en enero de 1988. Pero por otro lado, en ese mismo año Venezuela apoyó la elección de Malasia como. Miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU para el período 1989-1990. Posteriormente, en dos oportunidades el Embajador de Malasia informó a Venezuela sobre el deseo de su Vice-Primer Ministro, el señor Abdul Ghafar bin Baba de realizar una visita oficial a este país, primero entre el 1 y el 4 de octubre de 1989 y después entre el 3 y el 6 de marzo de 1990, peticiones que fueron presentadas en sendos Puntos de Cuenta al Ministro de Relaciones Exteriores venezolano, sin obtener respuesta, por lo que dichos planes fueron cancelados. Así mismo, a principios de 1990 el Embajador venezolano remitió un telex al Despacho del Ministro en el que informaba que el enviado especial con nivel ministerial ante la Organización de Naciones Unidas deseaba visitar Venezuela, para tratar lo relativo a la reunión del G-15. No se encontró documento alguno que indique si la visita llegó a realizarse o no o las razones por las cuales sucedió de esa forma.

Sin embargo, aunque no está documentado, el Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez, con ocasión de la Reunión del G-15 en Kuala Lumpur en marzo de 1990, debe haber extendido una invitación al Primer Ministro malasio para visitar Venezuela, a raíz de lo cual en junio de ese mismo año, el Embajador de Malasia informó la disposición del señor Mahathir, de atender dicha invitación, realizando una visita oficial a Venezuela.

El Embajador García Coronado, escribía en julio de 1990:

“Como puede observar en la lista de personas que acompañará al Primer Ministro y como el suscrito pudo constatar en sus conversaciones como los funcionarios malasios, el gobierno de ese país ha puesto un especialísimo interés en esa gira oficial, que ha sido definida por dichas autoridades malasias como la de mayor alcance y de mayor cobertura que el país asiático ha organizado con cualquier otro país fuera de esta región.
(...) la intención que tiene el Primer Ministro es de lograr la firma del mayor número de acuerdos, principalmente el de cooperación económica y técnica (...).
Uno de los aspectos en los cuales el gobierno malasio ha hecho énfasis es en el del seguimiento de los acuerdos que se firmen. (...)”.

Y tal como fue planificado, en los primeros días de agosto del año 1990, el Primer Ministro malasio Dato Dr. Mahathir Mohamed realizó una visita oficial a Venezuela, en la que Malasia, entre otras cosas, demostró mucho interés en el uso de la capacidad y experiencia en la refinación de crudos que tiene Venezuela y en las líneas de investigación energética desarrolladas por el INTEVEP en aquellos momentos. Igualmente consideraba que su experiencia sobre el comercio con Japón podía ayudar a Venezuela a penetrar ese mercado, así como nuestra experiencia en el mercado norteamericano podía ayudarlos a ellos en la penetración del mismo, proponiendo una unión de complementarios para abordar los mercados de la CE. Así mismo, se mostraron interesados en la posibilidad de una asociación industrial para producir en Venezuela aceite de palma y caucho vulcanizado, con tecnología y materia prima malasia y mano de obra venezolana. En función de ello se firmaron varios convenios bilaterales, que con una sola excepción, el Acuerdo Comercial, nunca fueron ratificados por el Congreso de la República de Venezuela, por lo cual no llegaron a entrar en vigencia.

El Embajador García Coronado, remitía un informe en septiembre de 1990, sobre las reuniones realizadas por él con los malasios, a raíz de la visita a Venezuela y de las firmas de los Acuerdos Conjuntos, en las que pudo comprobar que todas las instancias de acción tenían órdenes de establecer lo más pronto posible y en el nivel más estrecho, contactos de tipo comercial, industrial y cultural con Venezuela. Las afirmaciones del Embajador venezolano y las acciones del gobierno malasio demostraban que la visita oficial del Premier malasio a Caracas había sido muy importante para ese país; sin embargo, las dilaciones oficiales sugieren que en Venezuela no había ya el mismo nivel de disposición o de interés, porque después de dicha visita y de la firma de los diferentes acuerdos bilaterales, Venezuela ni siquiera exoneró a los malasios de la visa de entrada, tal como los venezolanos no necesitaban visa para entrar en Malasia, a pesar de las repetidas peticiones que hicieron al respecto los malasios, invocando tanto la reciprocidad como la firma del Acuerdo de Cooperación. Además después de la firma del Acuerdo de Cooperación Técnica y Económica, a pesar de la insistencia de los malasios por iniciar lo más rápidamente posible el trabajo, Venezuela pospuso en varias oportunidades el establecimiento de la fecha de la Primera Reunión de la Comisión Mixta de trabajo.

Así las cosas, el 1ro. de octubre de 1990 se estableció una Misión Diplomática en Venezuela, encabezada por un Encargado de Negocios a.i., Consejero Ahmad Makhtar Selat, con el deseo de incrementar las relaciones entre los dos países y continuar una estrecha cooperación dentro del contexto de las relaciones Sur-Sur. Por razones de reciprocidad y dadas las perspectivas de expansión económica en el área, además de los cambios políticos que había posibilidad de que sucedieran cuando Hong Kong dejara de ser un enclave colonial británico en 1997 y de acuerdo a las decisiones adoptadas por el G-15 para la intensificación de las relaciones tanto políticas como económicas entre sus miembros, el Gobierno venezolano decidió el 29 de octubre de 1990 el establecimiento de una representación diplomática con nivel de Embajada en Kuala Lumpur, la cual comenzó a funcionar a partir de enero de 1991.

Ahora bien, ese mismo mes, se llevó a cabo una reunión de coordinación nacional en la Dirección de Cooperación Internacional de la Cancillería venezolana, para evaluar el estado en el que se encontraban los compromisos contraídos en agosto de 1990, siendo el resultado de esa reunión muy poco alentador. El BCV indicó que el Convenio Bilateral de Pagos estaba por firmarse; IPOSTEL expuso que aunque había poco flujo de correspondencia, ellos habían transmitido a las autoridades malasias un proyecto de Acuerdo, reglamentado por la Unión Postal Universal; PDVSA señaló que las propuestas de cooperación binacional apenas se encontraban en fase de estudio preliminar y de darse, las acciones podían tener efecto a mediano y largo plazo. Estos eran apenas los organismos nacionales que tenían alguna disposición a la colaboración entre las dos naciones.

Sin embargo, las demás intervenciones parecían expresar aún menos productividad. La CANTV señaló que en vista de su inminente proceso de privatización no estaba en condiciones de avanzar en ninguna negociación sobre DDI y FAX, porque había la posibilidad de que la nueva administración pudiera desconocerla. En el mismo estado estaban las cosas en el área del transporte, en el que parecían surgir muchas trabas ante la posibilidad de establecer una relación marítima, por la necesidad de hacer modificaciones a la Ley de Reserva de Carga, que según los representantes del sector no estaba justificada por la ausencia de una relación comercial; y la relación aérea estaba muy complicada de establecer, porque el proceso inminente de privatización de VIASA limitaba cualquier negociación de esa naturaleza. El Ministro de Hacienda, por su parte, explicó que la posibilidad de importar aceite de palma a Venezuela era casi inexistente, porque las restricciones tributarias no podían ser modificadas, mientras que CORDIPLAN señaló a rajatabla que su posición era no asumir compromisos que no estuvieran en condiciones de cumplir. Igualmente el Ministerio de Educación indicó que no estaba en capacidad de comprometerse en nada en lo relativo al otorgamiento de becas; y la Dirección de Relaciones Culturales no creía que estaban dadas las condiciones para suscribir un acuerdo cultural, aún cuando estimó que se podían mandar algunos grupos de expresiones folklóricas. La minuta de esa reunión evidencia claramente la poca disposición a continuar el trabajo que se había iniciado con la visita del Primer Ministro malasio a Venezuela.

Después de varios intentos infructuosos, a principios de marzo de 1991 se efectuó en Kuala Lumpur la Primera Reunión de la Comisión Mixta, en la que se trabajaron algunos de los aspectos de los Acuerdos firmados en Caracas, a fin de acelerar la marcha con relación a lo acordado. El 29 de noviembre de ese mismo fue ratificado el Acuerdo Comercial entre Caracas y Kuala Lumpur, sin embargo, no hay evidencia de resultados concretos posteriores a dicha reunión. En julio de 1992, el Embajador de Venezuela en Malasia fue llamado por el funcionario de la Cancillería malasia encargado de las Américas, para consultarle sobre la versión de la prensa venezolana, según la cual el Gobierno cerraría la misión en Malasia, haciendo caso al informe de “una comisión del Despacho de Relaciones Exteriores” recomendando hacerlo. A la sentida comunicación del Embajador, el Vice-Ministro responde que la Embajada de Malasia en Caracas no confirmó con la Cancillería y que la información no era correcta. Sin embargo, esta información junto con la actitud vista en los informes sobre la reunión de la comisión mixta, hace suponer que Venezuela no tenía intenciones en profundizar las relaciones con Malasia.

Para mediados del año 1993 estuvo planificándose una visita oficial del Ministro de Información malasio a Venezuela, que fue finalmente suspendida en vista de los sucesos que en este país llevaron a que el Presidente de la República fuera despojado de su majestad como Jefe de Estado, enjuiciado por malversación de fondos y sustituido en la Presidencia por un Presidente interino. Las relaciones bilaterales se fueron enfriando, hasta el punto que Malasia retiró su Embajador de Caracas y los Acuerdos que estaban firmados quedaron definitivamente sin efecto por ambas partes. Venezuela estaba concentrada en sus relaciones con los Estados Unidos y con los organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI, con lo que se convenían empréstitos a largo plazo, comprometiendo toda la capacidad de negociación del país, mientras que Malasia era conocida por su actitud de enfrentamiento con los organismos multilaterales de financiación y por su acercamiento a naciones que defendían su autodeterminación, tales como Cuba y Vietnam.

En las elecciones de 1995, el Frente Nacional Panmalayo volvió a obtener el triunfo en las elecciones legislativas y las de 1999 permitieron la renovación del mandato gubernamental de Mahathir bin Mohamed, lo cual fue interpretado por las grandes transnacionales de noticias, como un paso más de un gobierno dictatorial, que contribuyó en el alejamiento de las relaciones entre los dos países. Durante la crisis económica en 1987, el Gobierno de Malasia rechazó las instrucciones neoliberales de los organismos multilaterales, que propugnaban las privatizaciones y las aperturas de las economías a los capitales transnacionales y adoptó un conjunto de medidas proteccionistas y nacionalistas, logrando sacar al país del foso económico en el que cayeron los Tigres del Asia. En primer lugar, se impuso un estricto control selectivo de capitales y un control de cambios, combatiendo así los capitales golondrina, así como el saqueo y la fuga; en segundo lugar se adoptó severos castigos a la bolsa de comercio y además, se aumentó el crédito bancario para la industria y la agricultura. Por último se dejaron de responder a los reclamos de pago de los organismos internacionales y demostraron que el neoliberalismo no es el camino para sacar a los pueblos del Sur de la pobreza, sino todo lo contrario.

Con el triunfo electoral del Presidente Hugo Chávez a finales de 1998 y el golpe de timón de la política internacional de Venezuela, se renovaron las intenciones de profundización de las relaciones bilaterales entre Malasia y nuestro país. A mediados de octubre de 1999, el Presidente de Venezuela, en visita oficial a Malasia, se reunió con el Rey Sultán Salahuddin Abdul Aziz Shah y con el Primer Ministro Mahathir Mohamad. A raíz de esta reunión, el Parlamento malasio aprobó la designación de un nuevo Embajador en Caracas y se firmó un Memorandum de Entendimiento entre empresas privadas de los dos países para sembrar y elaborar productos de aceite de palma, que alcanzó la suma de cuarenta millones de dólares americanos. “El gobierno malayo manifestó que trabajaría conjuntamente con el de Venezuela en los foros internacionales para promover un mundo multipolar.”

En noviembre del año 2000, después de casi diez años de la Primera Reunión de la Comisión Mixta malasio-venezolana en Kuala Lumpur, se reunieron en Caracas el Canciller venezolano José Vicente Rangel y el malasio Datuk Seyd Hamid Albar, con la finalidad de instalar la Segunda Reunión de la Comisión Mixta, para recomenzar el trabajo de colaboración bilateral interrumpido por todo ese largo tiempo. En mayo del 2001, el Presidente Chávez en visita de algunas horas a Malasia, propició la discusión sobre la cooperación en un Proyecto de siembra de palma aceitera en el sur del Lago de Maracaibo y en el norte del Estado Táchira.

Entre el año 2001 y el año 2005 parece haber un vacío documental en las relaciones entre los dos países. Esto por supuesto tiene su explicación en el contexto de la política venezolana, en la cual se sucedieron en esos años varios intentos fallidos de Golpe de Estado, por lo que el país estuvo sumido en la recuperación interna y en la lucha, a lo externo, por el precio del barril petrolero y en el inicio del planteamiento de la integración, como estrategia fundamental de soberanía de los pueblos del Sur.

Pero con la elección de Abdullah Ahmad Badawi como nuevo Primer Ministro de Malasia en octubre del 2005, continuaron profundizándose las relaciones de cooperación entre nuestros dos países. Ello queda demostrado en la visita que hizo el Viceministro para Asia, Medio Oriente y Oceanía, William Izarra, a finales de agosto del 2005 en la que se reunió con el Vice-Ministro de Cultura, Arte y Patrimonio, con el Sub-Secretario para Asuntos Bilaterales de la Cancillería malasia, con el Vice-Ministro de Finanzas, con el Vice-Presidente de PETRONAS, la empresa estatal de petróleos de Malasia y con el Vice-Canciller alterno. Así mismo, con la visita oficial a Venezuela en el mes de octubre de 2005, de una Comisión Técnica de PETRONAS, a fin de renovar la posibilidad de los acuerdos de cooperación entre PETRONAS y PDVSA. Tanto Venezuela como Malasia están en la búsqueda de nuevas formas de energía que no sean tan contaminantes y que propicien y favorezcan el desarrollo de las potencialidades de los pueblos del Sur.

En esta nueva etapa que se inicia con el triunfo de la Revolución Bolivariana en Venezuela, las relaciones venezolano-malasias se han reformulado a fin de dedicar todos sus esfuerzos a luchar en los foros multilaterales, como el Grupo de los 77 y China y el Movimiento de los No Alineados, en los cuales han tomado el liderazgo, en función de la lucha porque el mundo sea un lugar mas justo y para que los pueblos del Sur tengan una aproximación cierta a los beneficios de la modernización. A mediados del año 2006, Malasia tomó posesión de la Presidencia del Movimiento de los No Alineados y apoyó a Venezuela en su pretensión de ser parte del Consejo de Seguridad de la ONU, a fin de evitar la hegemonía neoliberal del imperialismo mundial, que es la causa de la pobreza de la gran mayoría de los pueblos y de la paulatina destrucción del planeta completo, a causa del calentamiento global.

Caracas, 2009

Relaciones Venezuela-Pakistán (1959-2007)


No hemos encontrado un documento en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela que registre una fecha exacta para el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Pakistán, pero se sabe que al menos desde 1956 las naciones de Pakistán y Venezuela tienen algún tipo de relación formal, ya que ese año el señor M. Siddiqui, Director del Departamento de Concesiones Minerales y de Petróleo de Pakistán visitó Venezuela, en un intento de establecer relaciones, teniendo como punto de partida el necesario interés común por el negocio de los hidrocarburos.

Pakistán como nación existe desde el 14 de agosto de 1947, conformada originalmente en primer lugar por una parte del sur de Afganistán, sustraído ad hoc de ese país; en segundo lugar una porción en el nor-occidente del territorio indio, que tenía en común con la porción afgana, el hallarse habitado por gentes que profesaban la religión musulmana; y por último, una porción en el nor-oriente del territorio indio, que era denominada “la tierra de Bengala o de los Bengalíes”, cuya mitad de la población, por profesar la religión hindú, estaba culturalmente diferenciada de los propiamente indios. Para la creación de la nación pakistaní se tomó como nombre una palabra urdu que significa “tierra de los sagrados”. Pero desde el mismo momento de su creación, Pakistán fue objeto de escarceos bélicos, tanto con los indios, como con los bengalíes y los afganos.

Suponemos que fue por esa razón, que durante los primeros años de la creación de esa nación del sureste asiático, no hubo contacto diplomático con nuestro país. Ahora bien, mientras en agosto de 1953, nuestro Encargado de Negocios en Washington refería una correspondencia de su homónimo pakistaní, en la que solicitaba información sobre la posibilidad de inmigración de ciudadanos pakistaníes hacia nuestro país, en octubre de ese mismo año se recibe una nota del Encargado de Negocios en Hong Kong, en la cual da a conocer una lista de países, entre los que figura Venezuela, en los que las autoridades sanitarias pakistaníes suponen que hay Fiebre Amarilla. Esto no se registra como un impasse diplomático, pero no es sino hasta 1956, cuando Pakistán deja de ser parte de la Commonwealth of Nations, que el Director de Protocolo contesta una nota de nuestro Embajador en Estados Unidos, en la que avisa de una visita que llevará a cabo el Director del Departamento de Concesiones Minerales y Director de Petróleo del Gobierno de Pakistán.

Es de hacer notar que no se sabe a ciencia cierta si la referida personalidad realizó la visita o no, pero es de suponerse que no, debido a los problemas políticos internos que vivió ese país en esos años entre las dos guerras con India. En 1956 el Embajador venezolano en Estados Unidos pone al tanto al Ministro de Relaciones Exteriores sobre la visita que está planificando hacer a Venezuela el Ex-Ministro de Educación de Pakistán, I. H. Querechi, visita de la que comprensiblemente no hay rastros documentales en el archivo de esta institución, ya que el visitante no era en ese momento representante oficial del Gobierno de Pakistán.

En 1962, Pakistán, por medio de su Embajador en Washington, extiende una invitación al Presidente venezolano para visitar ese país, la cual es gentilmente rechazada a través del Director General de la Cancillería, aludiendo a compromisos de Estado impostergables. Esto no es motivo de diferencias entre los dos Gobiernos y al año siguiente, el Embajador pakistaní en los Estados Unidos de América y el Secretario de la Delegación de Pakistán ante la ONU, en visita oficial a Venezuela por varios países de América Latina, llegan a Caracas, a fin de explicar al Gobierno venezolano, las circunstancias del problema con India por Cachemira; esta visita es motivo para que el Gobierno venezolano otorgue la Condecoración “Orden Francisco de Miranda” en su Primera Clase, como demostración de buena voluntad entre los pueblos.

En 1969, a once años de la instalación del Gobierno que en Pakistán hizo frente a la segunda guerra con India, asciende al poder Yahya Khan, que tuvo que lidiar, al año siguiente, 1970, con un ciclón natural Bhola que, además de dejar un estimado de quinientos muertes humanas, fue uno de los elementos que desencadenó la guerra civil que disparó la creación del estado independiente de Bangladesh. En 1971, la Embajada de Pakistán en Río de Janeiro informa al Gobierno venezolano sobre la visita oficial que finalmente realizó a Venezuela el señor Aslam Malik, enviado especial del Presidente de ese país y Embajador de su Nación ante la República Arabe Unida, en la cual se entrevistó con el Presidente de Venezuela.

En 1974, Pakistán, bajo el liderazgo de Zulfikar Ali Bhutto, inicia ante las Naciones Unidas, la fundamentación de su propuesta para que la zona del sur de Asia sea declarada Zona Libre de Armas Nucleares. En ese sentido, ese país solicita el voto de Venezuela para apoyar esta iniciativa, a través primero de una nota de su Embajador ante las Naciones Unidas y posteriormente, a través de una nota argumentativa del mismísimo Primer Ministro de la República islámica, dirigida directamente al Presidente venezolano Carlos Andrés Pérez.

Sin embargo, en 1975 se sabe por la Encargada de Negocios venezolana en India, concurrente en Pakistán, que Estados Unidos ha declarado el inicio de un embargo de armas a la nación pakistaní, hecho que además de mostrar la situación geopolítica de alianzas internacionales en contra y a favor de India o de Pakistán, evidencia que la petición pakistaní en el marco de la declaración del sur de Asia como territorio libre de armas nucleares no fue sostenida por ese país. Ese mismo año, el Embajador venezolano en la ONU remite una nota al Ministerio de Relaciones Exteriores participando el deseo que ha expresado su homólogo pakistaní, del Primer Ministro de esa Nación de visitar Venezuela. Se sabe que esta visita se lleva a cabo y que hubo una entrevista entre el Primer Ministro pakistaní y el Presidente venezolano, en la cual el primero invitó a este último a levar a cabo una visita oficial a ese país, invitación que es aceptada pero no se materializa la visita.

En 1976, la Dirección de Protocolo de la Cancillería venezolana recibe una invitación del Embajador de Pakistán en México, para la designación de un venezolano que participe en el Congreso Internacional sobre la vida y obra de Quaid-E-Azam Mohammad Ali Gina, Padre de la Nación pakistaní. Pero a partir de 1977, Bhutto es depuesto y sentenciado a muerte y reemplazado su sistema legal secular por uno en el que la Shariat Islámica es predominante.

En 1980 la Cancillería venezolana recibe una petición para que Venezuela interceda a favor del cese de los actos de profanación que las fuerzas armadas israelíes de ocupación, venían llevando a cabo en los templos sagrados para los musulmanes en Jerusalem.

En el año 1982 se evidencia documentalmente cierto movimiento en las relaciones bilaterales de los dos países- En primer lugar, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Pakistán, por medio de su embajada en México, solicitaba a la Cancillería venezolana información sobre la legislación de este país referente a nacionalidad. Más tarde, ese mismo año, dicho gobierno ofrece a nuestro país maquinaria pesada manufacturada en Pakistán. Posteriormente se encuentra un radiograma en el que se informa sobre la llegada de varios miembros de la Asamblea Nacional Pakistaní a Venezuela y una nota de la Embajada nuestra en México en la que informa sobre la posibilidad de que un representante de la Primera Ministro pakistaní visite nuestro país, así como su deseo de entrevistarse con algunas personalidades. No hay evidencia de que alguna de estas visitas se haya llevado a cabo.

En el año 1984 se encuentra una nota de la Embajada pakistaní en México, agradeciendo al Gobierno venezolano su apoyo en la Resolución sobre Afganistán en las Naciones Unidas. Se ha encontrado además una nota del Gobierno pakistaní a finales del año 1984 solicitando los buenos oficios del Gobierno venezolano, a fin de que interceda por unas empresas pakistaníes que vendieron sus productos a empresas venezolanas y estas no pueden pagarles, porque por el problema del control de cambio no pueden conseguir las divisas y otra nota reiterando la petición de ayuda en el mismo sentido, a principios del año 1985.

En el año 1986 encontramos una nota de la Embajada de Pakistán en México en la que por segunda vez en la historia de las relaciones bilaterales, la nación asiática solicita al Ministerio de Relaciones Exteriores información sobre la posibilidad de inmigración de los ciudadanos de ese país a Venezuela y una nota de la Cancillería venezolana en la que se evidencia que la política de inmigración de nuestro país no contemplaba en ese momento el visado para trabajar a ciudadanos pakistaníes.

En el año 1988, Benazir Bhutto, la hija del mandatario muerto Zulfikar Ali Bhutto, fue electa como la primera mujer Primera Ministra de Pakistán. Y en el primer día de agosto del año 1991 encontramos un memorandum del Gabinete del Ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela para la Dirección General del Ministerio, en el que se informa sobre la audiencia concedida por el Ministro a dos miembros de la Asamblea Nacional de Pakistán. Días más tarde se reporta un resumen en el que se evidencia la visita que hizo una delegación de representantes del Gobierno Pakistaní a Venezuela, para entre otras cosas, entrevistarse con el Director de Política Internacional de la Cancillería venezolana. En dicho informe destaca la intención de los pakistaníes de estrechar las relaciones con los países de la región, a la vez que informar a nuestro gobierno su buena disposición hacia la paz en su zona (No. 33). En ese mismo mes encontramos una nota del Embajador de Venezuela en Suiza a la Dirección de Política Internacional, en la cual se remite el documento “Proposiciones del Primer Ministro para declarar al Asia del Sur zona desnuclearizada”, enviado por la Embajada de Pakistán en Suiza.

Entre 1991 y 1998, Pakistán se vio sacudido por la inestabilidad política y económica, sin embargo, en 1998 Pakistán fue sancionada por las Naciones Unidas, luego de sus primeras pruebas nucleares, poco tiempo después de que India probara sus dispositivos nucleares.

Ahora bien, este ensayo es una demostración de que las relaciones entre los dos países nunca han tenido un nivel importante, probablemente debido a que los lineamientos de las políticas pro-globalización, no lo contemplaban así. En todo caso, hay que tomar en cuenta que los dos países han pertenecido desde su inicio, al Movimiento de los Países no Alineados, lo que les confiere una importante comunidad de intereses, que aunque no se hayan manifestado hasta ahora, definitivamente están latentes. Es en ese sentido, que el Presidente venezolano Hugo Chávez Frías en la Cumbre del MNOAL en el 2006 en La Habana, declaró que el Presidente Pervez Musharraf le había extendido una invitación para visitar su nación, a fin de “iniciar una relación que todavía no tenemos” (prensa MRE, según artículo en APORREA). Por otro lado, ese mismo año Caracas (Venezuela), Karachi (Pakistán) y Bamako (Mali) fueron simultáneamente la sede de los debates del Foro Social Mundial, como representantes de los países del sur del planeta, que es en los que los efectos de la globalización han sido más duros.

Caracas, 2008

Relaciones Venezuela-Bangladesh (1975-2007)


Venezuela y Bangladesh establecieron relaciones diplomáticas a través de un comunicado conjunto el 9 de junio de 1975, pero no pudieron ser desarrolladas más allá de la simple formalidad, debido a un continuo de inestabilidad política que se desarrolló en los dos países durante todo lo que restó del siglo XX. Sin embargo, en 1990 el Gobierno venezolano extendía la jurisdicción de la Embajada en India hasta Bangladesh, con lo cual se consolidaba al menos la intención de nuestra nación de mantener vigentes las relaciones.

La República Popular de Bangladesh está conformada por un territorio de 144 mil kilómetros cuadrados, en el que coexistía para el año 2006 una población de algo más de 147 millones de personas, lo que hace de ese país el tercero más densamente poblado del planeta, con 912 personas por kilómetro cuadrado. De ese universo humano, el 98% habla bengalí y el 83% profesa la religión musulmana, lo que los convierte en un pueblo culturalmente bastante homogéneo. El territorio bengalí está situado en la confluencia de los deltas de los ríos Ganges, Brahmaputra y Meghna, todos los cuales descienden desde los Himalayas; y si bien, la tierra es muy fértil, también es verdad que es muy susceptible a las inundaciones y a la sequía, aparte de la vulnerabilidad que le confiere su situación geográfica en el trópico de Cáncer, que en el Sundar Ban (jungla pantanosa en el Golfo de Bengala) provoca el monzón húmedo, los ciclones tropicales y los tornados que defenestran el país con cierta periodicidad.

Siguiendo su tradición, al independizar sus colonias, el Reino Unido dividió el subcontinente indio en India y Pakistán, siendo Pakistán fundada con una parte del musulmán territorio afgano, una región nor-occidental predominantemente musulmana de India y una pequeña porción del nor-oriente de India, en la que también predomina el Islam como religión. Ahora bien, aunque desde el florecimiento del Imperio Mogul, los pakistaníes y los bengalíes compartían la religión islámica, los dos pueblos están de hecho separados por mil kilómetros de territorio indio y toda una historia de tradiciones culturales y características fisonómicas distintas, que nunca se homogeneizarían a la fuerza. Bangladesh, que está situado al noreste del subcontinente indio, es la parte oriental de la histórica región de Bengal, ya que la parte occidental permaneció como territorio de India, siguiendo también el razonamiento religioso, ya que en esa región los bengalíes son hindúes.

Fue así como desde el mismo momento de la independencia del imperio británico se desató una guerra por la secesión de la Nación Bengalí, que no acabó sino después de casi veinticinco años de compartir historia con Pakistán. Ya en 1949, el bengalí nacionalista Sheijk Mujibur Rahman fundó la Liga Awami de Pakistan Oriental para luchar contra la frecuente explotación de la mayoría bengalí por la minoría no bengalí; en 1950 se abolía en Pakistán Oriental el sistema Zamindari, que era una especie de modo de producción feudal, para imponerse un “estado del pueblo”; y en 1952 el Movimiento de Lengua estableció los derechos de la comunidad Bengalí a hablar en su propio idioma, única revolución con estas características en el mundo, lo que originó que la UNESCO reconociera el 21 de febrero como el Día Internacional de la Lengua. Pero las tensiones llegaron a su máxima expresión cuando en 1970, mientras los pakistaníes orientales se aseguraban la mayoría en la Asamblea Nacional, el presidente Yahya Khan postpuso la apertura del parlamento. El 26 de marzo de 1971 fue la proclamación de la Nación Bengalí o Bangladesh, a lo que siguió una historia de casi tres años, en la que hubo un millón de muertos y diez millones de desplazados hacia India, hasta que en febrero de 1974 Pakistán reconoce la independencia del Estado de Bangladesh. Sin embargo, ya en junio de 1972 Venezuela reconocía a Bangladesh como nación soberana.

Aproximadamente dos tercios de la población bengalí son agricultores, siendo el arroz su principal producción. Pero en los últimos años, con la deforestación inclemente y los fenómenos naturales como el calentamiento global, el efecto invernadero y el fenómeno El Niño, Bangladesh ha sido azotado por inundaciones terribles, que han tenido un inmenso costo tanto en vidas humanas como en cosechas, lo que ha repercutido en el desabastecimiento alimentario crónico del país y por la elevación del nivel del mar, que ha afectado las zonas costeras. Además la tierra está degradada como consecuencia del uso excesivo de fertilizantes químicos y la filtración de agua salada debido a la cría de camarones. De la misma forma, la superpoblación ha causado que buena parte de la población se haya visto obligada a vivir en regiones pantanosas, lo que ha incrementado el riesgo de contraer enfermedades como el cólera y la disentería, por lo que se extendió el cavado de pozos de agua a lo largo y ancho de todo el país, a fin de que el pueblo pudiera tener agua potable; pero ello trajo como consecuencia el envenenamiento por arsénico de casi un cuarto de la población nacional, ya que los altos niveles de arsénico natural del agua en esa zona no fueron tomados en cuenta para llevar a cabo dicho trabajo.

Con el cambio en la política internacional venezolana, a principios del año 2001 el Presidente Hugo Chávez visitó Bangladesh a fin de estrechar los lazos de amistad entre ambos países, en el entendido de que uno de los motivos que mueven la misión internacionalista de Venezuela es la solidaridad, la cooperación y la complementariedad entre las naciones pobres del Sur. En esa oportunidad, el presidente venezolano se entrevistó con el Presidente Justice Shahabuddin Ahmed y la Primer Ministro Sheijkh Hasina, a fin de echar las bases para la cooperación entre las dos naciones, estudiando la posibilidad de firmar acuerdos que beneficiaran ambas partes. No fue posible completar esa tarea, debido tanto a la frágil estabilidad de los gobiernos del Estado bengalí, como a la arremetida inclemente a que en los años subsiguientes fue sometida la Revolución Bolivariana.

Por una parte, apenas en el año 2000 la Primer Ministro, que es la hija de asesinado Sheik Mujibur, había acabado de completar por primera vez en la historia del país un mandato de elección popular, siendo sustituida por Khaleda Zia, viuda del también asesinado presidente Zia ur-Rahman; al final de este mandato hubo otra interrupción del hilo constitucional, por presunto fraude en las elecciones y las dos mandatarias fueron privadas de su libertad por investigaciones judiciales de corrupción en sus respectivos gobiernos. Por otro lado, en los años 2002 y 2003, la política internacionalista de Venezuela, basada en la cooperación y la solidaridad, fue amenazada por un golpe de estado y por un intensísimo sabotaje a la industria petrolera, que interrumpió y retrasó la ejecución del internacionalismo bolivariano.

Sin embargo, en la visita realizada por el Presidente Chávez a Bangladesh, se entrevistó también con el profesor Muhammad Yunus, quien dos años después sería declarado Premio Nobel de la Paz, por haber diseñado y llevado a cabo la idea del Banco Grameen o Banco de los Pobres, inaugurando en el mundo la aplicación del concepto de las microfinanzas. Esa entrevista dio como resultado el compromiso cumplido en agosto de ese mismo año 2001, cuando el Director General del Banco Grameen y su adjunto vinieron a Venezuela (Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores, 2002, pág. 644) a dictar charlas y hacer evaluaciones sobre las posibilidades que había en el país de implementar las ideas del sistema microfinanciero fundado por el Profesor Yunnus.

En ese contexto, el mismísimo Profesor Yunnus visitó Venezuela entre octubre y noviembre del año 2001, a fin de presentar el informe, que sobre el trabajo en este país, realizaron los funcionarios del Banco Gremeen y para dictar una charla sobre microfinanzas a los encargados de los organismos que en Venezuela están siendo orientados para hacer ese trabajo. Así mismo, se le confirió la Condecoración de la Orden del Libertador en grado de Oficial, como reconocimiento de la República a un trabajo en función del fin de la pobreza de los pueblos del mundo y acompañó al Presidente Chávez en el acto de otorgamiento de los primeros microcréditos otorgados en nuestra Nación, como una muestra de la cooperación venezolana-bengalí.

En la actualidad, aunque no se ha firmado acuerdo alguno entre los dos países, se mantiene entre los dos un estado de relaciones cordiales, a través del representante diplomático venezolano, con categoría de Embajador concurrente residenciado en India y del Embajador de Bangladesh ante la ONU con concurrencia en Venezuela.

Caracas, 2008

Los Protocolos de Washington (1903)

El 9 de diciembre de 1902 el Presidente de los Estados Unidos de Venezuela, General Cipriano Castro, emocionaba a la Nación entera con su enardecida proclama:

“¡La planta insolente del Extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria!.”

Eso pasaba porque con la justificación del cese de los pagos de la llamada deuda diplomática de Venezuela con las potencias europeas, pero sin previo aviso de inicio de hostilidades, la Gran Bretaña y la Alemania decidieron que ese aciago día tomarían por la fuerza, como de hecho lo hicieron, los pocos barcos que constituían la “flota de guerra” venezolana y sitiarían nuestras costas con la Royal Navy y la Kaiserliche Marine, que en ese momento eran las mayores y tecnológicamente más desarrolladas escuadras bélicas del mundo.

Lo que en la historiografía venezolana y mundial se ha llamado genéricamente “el Bloqueo”, fue una acción de guerra completamente contraria a la doctrina jurídica del Derecho Internacional, que en ese momento y aún hoy en día norma cualquier acción de guerra que estuviera a punto de ser llevada a cabo por una nación en contra de otra. El Bloqueo estuvo constituido por tres momentos: por un lado el asalto y destrucción parcial de la marina de guerra venezolana; por otro el bloqueo mismo a los puertos más importantes del país junto con el bombardeo a las costas de Puerto Cabello y por último, el intento de desembarco en las costas zulianas, acción fallida esta última, debido a las especialísimas condiciones de navegación del Lago de Maracaibo, que eran del todo desconocidas por los alemanes, impidiendo esa circunstancia que tuviera un final exitoso.

En un primer momento, en Venezuela y en los medios diplomáticos del mundo, se creyó que esta ofensiva europea desataría una respuesta contundente por parte de los Estados Unidos, a fin de hacer cumplir la Doctrina Monroe. Por otro lado, estaba el hecho de que el Embajador norteamericano en Venezuela, Francis Loomis, había sido acusado de complotar o en última instancia, por aceptar las presiones de la New York and Bermúdez Company para conspirar contra el Gobierno venezolano, presunta razón por la cual posteriormente fue removido de su cargo y sustituido por Herbert W. Bowen en la Jefatura de la Legación estadounidense en Venezuela.

Esos dos antecedentes, aunados a las batallas en paralelo contra La Libertadora, probablemente contribuyeron a que el Presidente venezolano tomara la decisión de nombrar como negociador por la parte venezolana al Embajador norteamericano en Venezuela Bowen, cuando se determinó aceptar la mediación propuesta por los Estados Unidos de Norteamérica como la única forma de solucionar el conflicto. Pero, tanto con los resultados inmediatos de esa negociación como con los posteriores, se demostró que la política de esa Nación del Norte no incluía la alianza con los países latinoamericanos, sino muy por el contrario, tendía al establecimiento de asociaciones estratégicas con las otras potencias occidentales, tal como 80 años después quedaría firmemente demostrado con un incidente parecido, esa vez con la nación Argentina.

De esta forma, las potencias europeas y Estados Unidos lograron que una arruinada e inerme Venezuela, la del primer lustro del siglo XX, se responsabilizara en 1903 por la firma de los célebres Protocolos de Washington, documentos a los que ningún venezolano tuvo acceso antes de firmados y que contradecían específicamente casi todas las instrucciones giradas por el Presidente Castro, con toda la buena intención de arreglar el conflicto. Los Protocolos fueron acuerdos binacionales con cada una de las diez (10) naciones reclamantes de deudas vencidas, cuya negociación fue llevada a cabo conjuntamente por un representante del país reclamante y el representante de Venezuela.

Ahora bien, como ya se dijo y es ampliamente manejado en la historiografía sobre el tema, el representante designado por el Gobierno venezolano fue el señor Herbert Bowen, quien a pesar de tener instrucciones muy precisas sobre los términos en los cuales debía llevarse a cabo la negociación, emanadas directamente del Presidente de la República y transmitidas a través del Canciller del país que él iba a representar, hizo caso omiso de ellas y una vez que tuvo las credenciales del nombramiento en su poder, firmó unos tratados en condiciones verdaderamente indecentes para la República venezolana, con la excusa de que él y el Presidente de los Estados Unidos ya se habían comprometido con las potencias para negociar bajo esas condiciones netamente perjudiciales para el país y que, a esas alturas del proceso, ya no podían modificarse.

Los Protocolos tienen como característica más sobresaliente, la aceptación a priori por parte de Venezuela, de una responsabilidad civil por los daños causados a extranjeros y/o sus bienes, en ocasión de los intentos revolucionarios que sucedieron en el país, durante todo el tiempo que transcurrió entre el establecimiento de la Cuarta República y el final del Siglo XIX. Ahora bien, dicha condición viola todos los principios establecidos en la doctrina del Derecho Internacional Público, la cual señala que los Estados no pueden tener ninguna responsabilidad por daños causados por terceros en una acción en contra del Estado mismo. Además, hay un principio general del Derecho Internacional Privado que predica que ningún Estado puede privilegiar a los extranjeros por encima de los nacionales, en el caso de reclamaciones existentes de las cuales tenga que hacerse responsable, como le indicaba F. Arroyo Parejo en su comunicación sobre la doctrina jurídica en caso de deudas por pérdidas de guerra:

“La guerra civil constituye una causa de fuerza mayor, una calamidad cuyas deplorables consecuencias deben soportar por igual, nacionales y extranjeros; como a los primeros no les asiste derecho a reclamar por este género de perjuicios, sería injusto y más que injusto, odioso, acordarlo a los segundos, pues ello equivaldría a crearles dentro del Estado un fuero privilegiado.”.

Pero ya se evidenciará en los documentos mostrados en este estudio, que ese era sólo uno de los problemas jurídicos de la firma de los Tratados. El mayor de los problemas no era siquiera doctrinal. La deuda reclamada en su mayor parte era sencillamente inexistente, ya que no constaban pruebas que la demostraran y en muy buena parte, las reclamaciones eran inviables, ya que los reclamantes no tenían derecho a ella, ya fuera porque no eran extranjeros (y se suponía que los Tratados reclamaban las deudas con nacionales de los países agresores o reclamantes) o porque los documentos probatorios de ella simplemente habían sido forjados.

La segunda característica sobresaliente de la negociación fue la creación de unas comisiones mixtas que estarían encargadas de negociar condiciones del pago de las deudas. Con una mirada desprevenida, podría parecer que la creación de la comisiones mixtas es usual en las negociaciones diplomáticas; sin embargo, es de hacer notar que las comisiones mixtas normalmente se conforman en función de empezar las negociaciones, que culminan con la firma de contratos bilaterales o multilaterales, en los cuales las Naciones logran tratos, en que resultan beneficiadas ambas partes. Hemos encontrado documentación que demuestra que la instalación de dichas comisiones fue una simple formalidad en la negociación, porque el argumento jurídico que privó en todos las sentencias fue la aceptación a priori, por parte de Venezuela, de la responsabilidad por la deuda, tal como reza el texto de los citados Protocolos de Washington.

Las Comisiones Mixtas de 1903 estaban conformadas por un representante venezolano, uno de la Nación reclamante y un tercero en discordia que las presidía, que en la mayoría de los casos era un juez de los tribunales de la nación norteamericana. Hay suficientes documentos probatorios de que, aún cuando los comisionados venezolanos demostraron la inexistencia de la deuda o la inviabilidad de las reclamaciones o del cobro de intereses capitalizados o anatocismo, los terceros en discordia siempre asignaron a las potencias reclamantes, su parte del botín extraído o por extraer de esta arruinada y vulnerable nación caribeña, basados en la firma del Protocolo correspondiente. Pero es que hasta el cronograma de funcionamiento de las llamadas Comisiones Mixtas fue alterado, para beneficiar de una manera grosera las posibilidades de los reclamantes de obtener un trato privilegiado. Es así como en la argumentación final de varios de los dictámenes de los terceros en disputa, encontramos que los Jueces aceptaban la reclamación con base en lo estipulado en el Protocolo, pero en vista de la falta absoluta de pruebas o de la contundencia de las pruebas contrarias, determinaban reducir el monto a pagar, en vez de dictaminar la ventaja para la Nación suramericana.

La tercera característica evidente de los Protocolos de Washington es que se privilegia, en contra de la opinión expresa del Presidente del Gobierno venezolano, el pago de unas Naciones sobre otras, a fin de que no se repartiera equitativamente entre todos los reclamantes, en el caso de las reclamaciones justas, sino que hubiera una orden de jerarquía de privilegios, que fue al final, lo único que decidió la Corte Internacional de la Haya en este caso.

En la bibliografía revisada, hemos encontrado referencia de algunos de los documentos que aquí citamos, los cuales han sido consultados en archivos tan diversos como el Archivo Histórico de Miraflores y el Archivo del Congreso de los Estados Unidos; pero es nuestro interés fundamental poder sacar a la luz pública que en el Archivo Histórico de la Cancillería venezolana reposa una serie de documentos, hasta ahora nunca consultados y por supuesto inéditos, que incluye cartas, notas diplomáticas, instrucciones confidenciales, cables codificados con sus claves de decodificación y las credenciales otorgadas, que constituyen la historia del bloqueo a las costas de nuestra Nación en 1903 y sobre todo de las negociaciones para la firma de los Protocolos de Washington. Existe además un itinerario detallado de todas las presentaciones de las reclamaciones y del vaciado de pruebas a favor y pruebas contrarias en las comisiones mixtas por ambas partes y finalmente, los dictámenes argumentados de los terceros en disputa.

Con el presente ensayo se presenta a la consideración de los estudiosos, la posibilidad de revisión de esta documentación, de la cual esta es solo una selección y al propio tiempo, un análisis de esa escogida serie documental, que pretende constituirse en un aporte al estudio de las fuentes conocidas sobre el tema, ya que aunque el episodio del Bloqueo a las costas ha sido abundantemente tratado en la historiografía venezolana, no hemos encontrado abundancia bibliográfica sobre los Protocolos de Washington y mucho menos, los intríngulis del desarrollo de las Comisiones Mixtas.

En este espíritu, presentaremos la documentación en la que se evidencia que las negociaciones con la Gran Bretaña e Italia no tuvieron el mismo tenor que con Alemania. Mientras los terceros en disputa de las Comisiones Mixtas de las primeras dos potencias argumentaron sus dictámenes en contra de Venezuela, aún sin necesidad de pruebas que sustentaran las reclamaciones, en el caso alemán el árbitro estuvo dispuesto a oír las pruebas contrarias venezolanas, a pesar de que fueron las reclamaciones mejor sustentadas por vales verídicos firmados por personeros del Gobierno y confirmados por las autoridades venezolanas del momento de las negociaciones. En nuestro parecer, esto pudo haber sido el producto de un pulso por el poder entre el incipiente imperio norteamericano y el viejo imperio Germano, el cual comenzaba a perfilarse perdedor en la geopolítica mundial, tal y como quedaría demostrado en el cruento enfrentamiento que representó la I Guerra Mundial, en la que intervendría la nación norteamericana para posesionarse como uno de los polos de poder más importantes del mundo desde ese momento.

Venezuela había pasado los primeras tres décadas del siglo XIX en la Guerra de Independencia y la deuda que ella había acarreado podía de por si, considerarse la responsable del nacimiento de una Nación con unos endeudamientos considerablemente altos. Es importante recalcar lo ya establecido primero por Manuel Rodríguez Campos en su obra “Venezuela 1902: la crisis fiscal y el bloqueo”, en el sentido de que aunque el primer planteamiento de negociación para el establecimiento de la alícuota de los compromisos de Colombia era calculada según la cantidad de sus habitantes, convenientemente para la Nueva Granada, el cálculo final se hizo beneficiándola. Así, a la Nación hermana le tocó pagar un poco menos del dos por ciento con que arrancaron las negociaciones inicialmente, lo cual abultaba la deuda para Venezuela y Ecuador, en cifras que en moneda en efectivo significaba una cantidad considerablemente más alta que la planteada en principio e injustamente abultadas.

El mayor acreedor de nuestra deuda pública externa era Londres, que además de ser el mercado financiero más importante de la época, al mismo tiempo había sido el mayor contendiente geopolítico de España, lo que garantizó en su momento, que dichos recursos fluyeran con cierta celeridad, aún cuando sus costos fueran sumamente altos. Pero en 1872 se creó además “la deuda diplomática”, que comprometía a la Nación a pagar por “las convenciones, arreglos y notas” y que ganaba el tres por ciento y se pagaba con “…el 13 por 100 de cuarenta unidades de la renta aduanera.” Se emitieron bonos al portador con el fin de liquidar las acreencias reconocidas a España, Alemania y Francia.

Pero tan solo unos años después de acabada la Guerra de Independencia, Venezuela se enfrascó en la Guerra Federal, lo que sumió al país en un clima de permanente desorden y violencia, que durante lo que restó del siglo XIX truncó las posibilidades de crecimiento económico, porque no dejaba que el negocio de la tierra se desarrollara hasta el punto que permitiera que los ingresos fiscales derivados de las exportaciones agrícolas crecieran en magnitudes significativas. Ello daba como resultado que la potencialidad financiera de la Nación fuera mínima, reduciendo cada vez más las posibilidades de los siguientes gobiernos para satisfacer las deudas que se acumulaban en cantidades ingentes. Además, según Rodríguez Campos, a lo largo de todo el siglo, la deuda pública externa se elevó exponencialmente con los múltiples empréstitos contratados por los gobiernos venezolanos con los banqueros ingleses y alemanes, que eran en realidad cambio de papeles por otros de mayor cuantía cada vez, emitidos en favor de los prestamistas, que al final llegaron a quedarse con todo el dinero que nominalmente estaban prestando, lo que permitía que los gobernantes de turno y los intermediarios en esas negociaciones, se enriquecieran de manera exorbitante y descarada a costa del Estado venezolano. El clímax de esa situación se puede ver con el empréstito de 1896, que nominalmente pagaba entre otras cosas, el costo de los vapores de guerra “Crespo” y “Zamora”, comprados en Londres y que solo seis años después, dentro de las acciones del Bloqueo de 1902, serían tomados y destazados por la marina real británica, logrando con ello garantizar por adelantado el pago de lo que ellos mismos destruirían posteriormente.

Aunado a esto, existía un conjunto de reclamaciones hechas por extranjeros residentes en el país, contra la Nación venezolana, que en su mayoría habían acudido a los Tribunales de la Nación, los cuales ya habían dictado sentencia firme sobre los casos presentados, con las pruebas presentadas por los reclamantes y con las contrapruebas presentadas por el Estado. O deudas como la del Cable Francés o el Ferrocarril Alemán, que a pesar de ser empresas venezolanas, porque prestaban servicios en Venezuela y se les pagaba aquí, en moneda nacional y por tanto, todas sus transacciones debían regirse por las leyes nacionales, pretendían cobrar sus deudas a la Nación como si fueran empresas extranjeras, a través de las legaciones extranjeras en el país.

Por último, que no por dejarlo en este lugar significa que fuera menos importante, estaba el caso de la concesión maderera, con exención de pago de impuestos, en tierras del Estado Bermúdez, actual Estado Sucre. Esta concesión, que fue dada por el Gobierno del Presidente Antonio Guzmán Blanco en el año 1884 a Horace R. Hamilton y a George A. Phillips para la exploración y explotación de “recursos naturales”, fue traspasada sin autorización venezolana, en cuanto se descubrió que ella estaba ubicada en las inmediaciones de lo que fue la más grande laguna de asfalto del Continente, a la New York and Bermúdez Company, empresa creada had hoc para esta explotación. El Gobierno del Presidente Cipriano Castro inició las acciones legales en los Tribunales venezolanos, para llevar a cabo la conculcación de la concesión, lo que causó una profunda crisis entre el Gobierno y el poderoso Trust del Asfalto, que ejercía una influencia determinante en el Gobierno de los Estados Unidos, a través del lobby que lo representaba.

Es de hacer notar que a la llegada de Castro al poder en 1899, Venezuela no tenía crédito. Además se sucedieron una serie de escaramuzas llamadas en conjunto la Revolución Libertadora, que pese al financiamiento extranjero, fue combatida con éxito por las fuerzas del Gobierno Nacional, por supuesto a costa de la cesación de los pagos de la deuda nacional, cuya existencia o cuantía Castro nunca se imaginó antes de su entrada victoriosa a Caracas.

Las deudas vencidas que pudo haber tenido Venezuela con algunos países europeos se constituyeron en la justificación perfecta para llevar a cabo las acciones que desembocaron en el Bloqueo a las Costas de Venezuela. Pero a los ojos del análisis histórico se hace evidente que las potencias europeas estaban más interesadas en medir fuerzas con los Estados Unidos de Norteamérica y su recién editada Doctrina Monroe, que en cobrar unas cuantas libras esterlinas a un pequeño país que no tenía cómo defenderse del ataque de las más grandes potencias bélicas de la humanidad. Y esto sucedía porque la Doctrina Monroe los compelía a mantener su expansionismo al margen de los territorios americanos, porque ya los norteamericanos habían decidido, a través de adopción de la doctrina del Destino Manifiesto, que serían ellos los se harían cargo de los negocios del Hemisferio. A la vez, los Estados Unidos pretendían que sus intereses económicos dentro del territorio de la nación caribeña estuvieran salvaguardados y considerados prioritarios por los gobiernos nacionales. Por estas razones había que acabar con el experimento nacionalista que se estaba intentando en los albores del siglo XX venezolano y la presión económica aunada a las acciones bélicas fueron el primer intento.

De esta forma, sin aviso y definitivamente muy a pesar de la decidida y firme protesta del Gobierno venezolano, la flota británica (que tenía al menos dos siglos destruyendo las escuadras más poderosas del planeta ) y la alemana, usando como justificación la deuda diplomática, secuestraron la sorprendida flota venezolana , que inerme ante el gigante era parcialmente destruida a fin de llevar a cabo primero el bloqueo de las costas, después el desembarco por el Zulia y por último, el bombardeo a Puerto Cabello.

El día anterior al inicio del Bloqueo, lunes 8 de diciembre de 1902, los Embajadores alemán y británico en Venezuela mandaban a la casa del Canciller venezolano una comunicación en la que explicaban que a partir de ese momento dejaban la Legación correspondiente en manos del Embajador norteamericano, porque ellos, cada uno por su lado, pero con comunicaciones idénticas, partían hacia sendos buques de sus escuadras nacionales, que ya en ese momento estaban anclados en La Guaira. Paralelamente a esa comunicación, el Embajador norteamericano pedía permiso al Gobierno venezolano para encargarse de los asuntos de esas Legaciones. El día martes 9, cuando empezaba el Bloqueo, se hizo evidente la sorpresa del Canciller venezolano, con la nota enviada al Embajador norteamericano, en la que hacía expreso su desagrado por las noticias que recibía cablegráficamente el alto Gobierno desde los puertos venezolanos, a través de los que se conocía la llegada de buques de guerra de las potencias europeas y la toma de los buques de la armada venezolana, sin haber enviado una declaratoria de hostilidades.

El Presidente Castro lanzaba la famosa proclama y tomaba algunas medidas políticas, entre las cuales se contaban el apresamiento y traslado de ciudadanos procedentes de las potencias agresoras a las costas de La Guaira y Puerto Cabello, así como la liberación de todos los presos políticos que podían ser de utilidad bélica al momento de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo con los extranjeros que desembarcaran. Pero ese mismo día, el Embajador Bowen convenció al Presidente Castro de soltar a los prisioneros europeos y acceder a un arreglo arbitral con las potencias extranjeras. Así, paralelamente el Gobierno venezolano solicitaba formalmente los buenos oficios del Gobierno norteamericano, a fin de que sirviera como representante por Venezuela en la solución arbitrada del conflicto que se estaba planteando. El Gobierno venezolano se dejó recomendar por el Embajador Bowen incluso sobre la forma de redactar las solicitudes de apoyo al Gobierno norteamericano, contando con que ellos intervendrían para hacer cumplir la Doctrina Monroe; inclusive hay una comunicación del 12 de diciembre, del encargado de la Legación de Venezuela en Estados Unidos de Norteamérica, en la que señalaba que había una disposición generalizada en la prensa de ese país, tendiente a reclamar a su Gobierno que interviniera en el conflicto de las potencias europeas contra Venezuela, para evitar que se apoderaran de territorio americano. La citada Doctrina Monroe, que hasta ese entonces nunca había sido aplicada, podía ser puesta a prueba en ese momento.

Pero los Estados Unidos, que no estaban dispuestos a entablar disputas con las potencias europeas, entre otras cosas porque todavía en ese entonces no tenían la supremacía militar, aceptó la misión como representante venezolano en las negociaciones para la firma de lo que posteriormente se llamarían los Protocolos de Washington, tal como se evidencia en el documento 5. Esta fecha, contrasta con la “Carta de las Fuerzas Vivas de Caracas proponiendo a Cipriano Castro la mediación del Embajador norteamericano ante las Potencias bloqueadoras de 1902” que tiene fecha 16 de diciembre; y no será sino hasta el 18 de diciembre cuando sea emitida por el Gobierno venezolano la credencial que autoriza a Bowen para fungir de intermediario en las negociaciones , aún cuando ya el 11 de diciembre hubo una nota verbal del Canciller venezolano en la que el Gobierno solicita a Bowen que proponga a los Gobiernos de las potencias agresoras el sometimiento a una decisión arbitral , lo que de hecho lo calificaba ya en ese momento, como negociador por parte de Venezuela.

Después de la credencial de Bowen encontramos en nuestro Archivo un copiador que esboza las condiciones en las que Castro sugiere de su puño y letra se lleve a cabo la negociación para el pago de la deuda. Una de las cosas notables es que la cantidad final de la deuda que reclamaban las naciones agresoras es con muy poca diferencia, la misma cantidad que posteriormente es efectivamente negociada en los Protocolos de Washington. Sin embargo, lo que varía sustancialmente es la forma de pago que se estableció en la formulación final de los documentos negociados. Mientras que Castro pensó en la creación de una nueva deuda pública para la que se asignaría el 13% de la recaudación de las aduanas, tal como lo contemplaban las Leyes vigentes en ese momento y tal como se había venido haciendo durante todo el siglo anterior con todos los gobiernos pasados, lo que se suscribió fue una negociación totalmente diferente. Esa es la razón por la cual después de la firma de los Protocolos de Washington, Castro se quejó amargamente de haber sido traicionado y de haber sido desoído en sus órdenes, en relación a la negociación para el pago de la deuda. Castro supuso que Bowen lograría lo que él no había logrado desde que tomó posesión de la Presidencia de Venezuela: la contratación de un nuevo empréstito para la República, que no se había podido conseguir, debido a la situación de insolvencia que presentaba el país a raíz del altísimo costo de la Guerra Federal.

En Memorandum del 19 de diciembre, día siguiente a la emisión de la credencial que autorizaba a Bowen como representante venezolano para las negociaciones del conflicto, el Canciller Rafael López Baralt explica detalladamente las condiciones en las que el Gobierno venezolano recomienda que se negocie. Las sumas reclamadas, las comisiones mixtas, la manera de pago y otros temas considerados de importancia, fueron listados en este memo, que debía fungir de guía de negociación. Es de hacer notar que las sumas reclamadas, que por demás coinciden con el arreglo final que se firmó en los Protocolos de Washington, son una cantidad ínfima con relación a la deuda externa venezolana total para el momento, porque la negociación incluyó únicamente la llamada deuda diplomática, que consistía en las reclamaciones hechas por los extranjeros radicados en el país y las empresas de extranjeros que trataban de cobrar las cantidades que les adeudaba la Nación como si fueran en sí mismas extranjeras, tales como el Gran Ferrocarril y el Cable Francés. Esto se deduce de las cantidades que encontramos en el estudio de la situación fiscal de Venezuela de Rodríguez Campos, en el que la suma de la deuda pública externa asciende a más de doscientos millones de bolívares de la época, lo que contrasta con la negociación firmada en los Protocolos de Washington, que fue por escasos cuatro millones y medio de bolívares.

El próximo documento de interés que encontramos es un memo, también del Canciller venezolano al Ministro Bowen, en que el Gobierno venezolano requiere a su representante en las negociaciones para la firma de los Protocolos de Washington, que lleve al arbitraje nuestros reclamos por los daños ocasionados por el bloqueo y el bombardeo a las costas de Puerto Cabello. El memo, que requería el reclamo solo por los daños materiales causados y no por el lucro cesante durante las hostilidades fue ignorada por completo, tanto por el norteamericano, como por los representantes de las potencias europeas, conclusión que se deduce de los textos de los Protocolos, en los cuales no solo no se nombra indemnización alguna para Venezuela, sino que uno de los artículos que se firmó decía expresamente que el país se comprometía a no reclamar nada por las pérdidas sufridas a raíz del bloqueo.

Ahora bien, la presente investigación nos ha permitido localizar tres documentos, que evidencian el germen de la ignominia cometida contra Venezuela, durante el Bloqueo y bombardeo a las costas y durante la negociación para la firma del arbitraje que decidiría la controversia. El primero de ellos es un telegrama , en el cual el Ministro Bowen se permite tratar al Presidente de Venezuela como si fuera un subalterno, no solo del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, sino inclusive de él mismo, dándole órdenes sobre cuáles eran las palabras exactas que debían utilizarse en las comunicaciones oficiales sobre las negociaciones para el arbitrio. Era de esperarse que el Presidente Castro tuviera sus dudas con respecto al desempeño del Tribunal de La Haya, debido a que tan solo tres años antes habían resuelto el caso del Esequibo contra Venezuela, aún cuando nos asistían todos los argumentos del Derecho Público Internacional. Sin embargo, el Ministro Bowen, sin respeto alguno por las convenciones jerárquicas, se refiere en forma altisonante a las objeciones que el Presidente Castro habría hecho al arreglo en La Haya, cuando dice “Me parece que han hablado mucho referente a dicho tribunal, y que mi Presidente no quisiera creer que no tiene confianza en ese respetable tribunal.” Y más adelante, en el mismo texto, dice, como corolario de una orden: “Ahora si más tarde pregunta mi Gobierno, si Ud. acepta el Tribunal de La Haya U. puede contestar poniendo entonces condiciones.”

El segundo de los documentos referidos es una nota manuscrita del Ministro Bowen del 28 de febrero de 1903, en la que tácitamente expresa que no va a hacer caso de las instrucciones específicas que recibió del Gobierno venezolano y explícitamente que ya tiene firmados algunos de los acuerdos, en los que por supuesto las condiciones no obedecen a las instrucciones del Gobierno venezolano y establecen unas condiciones leoninas para la Patria de Bolívar, que incluyen cláusulas ignominiosas tales como que:
1. Venezuela reconocía a priori la responsabilidad de unas deudas que se enunciaban pero no se especificaban ni probaban.
2. Se apartaría el 30% del ingreso mensual de las dos mayores aduanas nacionales para depositar en las oficinas que representaban los intereses de la banca europea en el país.
3. Dichas oficinas de Aduanas estarían manejadas por funcionarios extranjeros, a fin de garantizar que el primer artículo se cumpliera a cabalidad.
4. Venezuela recibiría de vuelta sus buques de guerra, en el estado en que estuvieran, aún fuera hundidos, sin hacer reclamación alguna por daños.

Creemos que es en ese momento cuando Bowen rompe abiertamente con las instrucciones que había recibido del Gobierno venezolano, demostrando así que en la política del país del Norte no contemplaba solidarizarse con los países suramericanos, sino todo lo contrario. En este sentido es importante destacar un telegrama del representante británico a su Secretario de Asuntos Extranjeros, en el que se planteaba como disyuntiva histórica para ese país escoger entre la amistad de la Nación alemana o las buenas relaciones con la Nación del Norte de América y que la segunda era la escogencia más apropiada . La historia demuestra claramente cuál fue la decisión tomada en ese momento por la Gran Bretaña.

Si bien es necesario que tanto los investigadores como el público en general conozcan que en el Archivo Histórico de nuestra Cancillería reposa la parte venezolana de los documentos que fueron la base de las negociaciones para la firma de los Protocolos de Washington, con el mismo fin es importante conocer la publicaciones que hizo la Fundación para el Rescate del Acervo Documental Venezolano (FUNRES), de una cantidad importante de los documentos custodiados por los archivos diplomáticos de otras cancillerías, útiles para el estudio del proceso de negociaciones que entre las Potencias europeas y el representante venezolano se llevó a cabo. Es así como se sabe que entre el 12 de diciembre de 1902, fecha de un telegrama de Sir Monson a Lord Lansdowne, Secretario de Asuntos Exteriores británico, en el que se evidencia que el Presidente Castro está dispuesto a negociar el levantamiento del Bloqueo a partir de la aceptación del arbitraje y el 13 de febrero de 1903, fecha de un telegrama de Sir M. Herbert, Ministro Plenipotenciario de Gran Bretaña en Venezuela a Lord Lansdowne, en el que informa que los Protocolos con las potencias agresoras fueron signados esa noche, se recogen 110 telegramas británicos que informan sobre los intríngulis de la negociación para la firma de dichos Protocolos.

En materia de política internacional, Venezuela había sufrido varios reveses en el siglo que culminaba. Tan solo en el año 1899, se había firmado el Laudo de París, que otorgaba el territorio del Esequibo venezolano, que constituía más de una décima parte del total del mapa venezolano, a la Gran Bretaña. El Laudo de París fue posteriormente considerado un arbitraje viciado de nulidad por diversas razones jurídicas, entre las cuales sobresalían el no haber contado con un representante venezolano y la más importante, obviar en su decisión el Principio del Derecho Internacional Público Americano “Iutis Posidetis Iuris”, por el cual el territorio de la Venezuela moderna lo constituía el territorio que había sido el dispuesto para la Capitanía General por la corona española. Pero en el momento de su firma y en los tiempos inmediatamente posteriores, el laudo fue acatado sin protesto, convirtiéndose en un revés de la política internacional de la Nación y en una demostración del comportamiento de las potencias occidentales, tanto europea como norteamericana, con respecto a los países que después pasarían a llamarse del Tercer Mundo.

Con los Protocolos de Washington, la Nación venezolana sería esquilmada de la manera más grosera; con la firma que comprometía la aceptación, por parte del país, de unas condiciones injustas y humillantes de negociación, que violaban abiertamente las leyes de la República, se obligaba al país, por una parte a responsabilizarse por hechos sobrevenidos, que son causas extrañas no imputables a la responsabilidad del mismo Gobierno; y por otra parte, a aceptar incondicionalmente las reclamaciones por deudas ilegítimas con acreedores, que en la mayoría de los casos, carecían totalmente de pruebas.

Como ejemplo de ello encontramos una carta dirigida por Sir A. Rood a Lord Lansdowne sobre una conversación sostenida con el Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, en la que es evidente que la mayoría de las reclamaciones italianas son sencillamente inventadas.

“Esta era la oportunidad de dar una lección a estos degenerados estados que tuviera un efecto saludable y permanente. Personalmente hubiera estado contento si Italia pudiera haber ayudado a establecer un precedente que pudiera utilizarse contra futuros intentos de insubordinación de las Repúblicas Suramericanas de tomar protección bajo el amparo de la Doctrina Monroe, (…) Expliqué, confidencialmente, a su Excelencia que la acción que estábamos actualmente tomando era, entendía, no tanto una reivindicativa de viejos reclamos y daños, sino era más bien debida a específicos atropellos recientes a embarcaciones británicas y súbditos británicos, por los cuales Venezuela había rehusado pagar indemnización. El admitió que Italia no tiene tales reclamos, aún cuando, si fuera necesario, había un caso que pudiera servir de pretexto para una acción inmediata. Porque parece que a ciertos súbditos italianos quienes tenían la concesión de una vieja mina se les ha disparado recientemente y han sido heridos. Las verdaderas razones para desear unirse a las medidas coercitivas eran un cierto número de reclamos, relativamente pequeños comparados con los nuestros, pero los cuales ellos estaban ansiosos de mantener con una demostración de fuerza proporcional a su importancia.”

En las líneas anteriores se hace evidente que la verdadera intención de toda esta demostración inusual e innecesaria de fuerza militar no era tanto el cobro de acreencias que ya habían sido pagadas varias veces (por la manera como fueron negociados los empréstitos) o sencillamente no existían; se trataba por un lado de realizar un pulso de fuerzas entre las viejas potencias europeas y los Estados Unidos de Norteamérica, que nacía en ese entonces como tal; y por el otro, hacer una demostración de superioridad, en la que quedaba en evidencia que aunque habían perdido buena parte de su poder político sobre sus colonias, las potencias europeas seguían teniendo la supremacía militar con la que amenazaban a cualquier país recién creado, de ser invadido y tomado por la fuerza, si no eran atendidas sus reclamaciones con la urgencia que a los poderosos se les debía.

Los primeros Protocolos en firmarse fueron los de Alemania, Gran Bretaña e Italia, países agresores en el Bloqueo a las costas venezolanas, que fueron firmados el 13 de febrero de 1903. Los tres tenían como primer artículo el reconocimiento incondicional de las reclamaciones, sin poner reparo alguno en los montos originalmente reclamados.

“Art. 3º El Gobierno de Venezuela reconoce, acepta y pagará el importe de las reclamaciones italianas de primera clase, derivadas de las revoluciones de 1898-1900, montantes a 2.810.255 (dos millones ochocientos diez mil doscientos cincuenta y cinco) bolívares.
Se conviene expresamente en que el pago de la totalidad de las mencionadas reclamaciones italianas, de primera clase, se efectuará sin que dichas reclamaciones o la referida suma sean sometidas a la Comisión Mixta y sin ninguna revisión u objeción.”

Este artículo era especialmente peligroso para los intereses de la Nación, por el posible establecimiento de una jurisprudencia internacional en la que una Nación soberana reconocía a priori, antes de conocerlas, cualquier deuda, sin necesidad de presentarse prueba alguna, a fin de que le fueran levantadas las medidas de fuerza bélica aplicadas por potencias de denotada superioridad militar. Además reconocía la responsabilidad de Venezuela sobre acciones que sus connacionales o extranjeros pudieran haber llevado a cabo para derrocar el Gobierno de turno. Ahora bien, según la Doctrina Jurídica Internacional, ningún Gobierno puede ser responsabilizado por daños causados a la propiedad de sus residentes, nacionales o extranjeros, por los intentos que haya habido para establecer un gobierno de facto. Pero además, en el caso de reconocer las reclamaciones de los extranjeros como legítimas, se estaría causando un daño a los nacionales del país, ya que se estarían discriminando los intereses de los nacionales, poniéndolos por debajo de los intereses de los extranjeros en el país. Ya seguiremos abundando sobre este tema, después de la breve descripción que sigue sobre los Acuerdos.

El orden en que se publicaron los Acuerdos en la Gaceta Oficial es como sigue: primero fue un acuerdo firmado entre dos partes: Herbert W. Bowen, por Venezuela y el Barón Speck von Sternburg por Alemania. Establecía que la deuda con los súbditos alemanes era de algo más de un millón setecientos mil bolívares de la época y la forma cómo se pagaría sería cancelando inmediatamente en efectivo la cantidad de 5.500 libras y lo demás en abonos mensuales a partir del 15 de marzo, que podían ser cobrados, en última instancia, con las entradas de las Aduanas de La Guaira y Puerto Cabello, a lo largo de un plazo máximo de cinco años. Pero lo más importante, a nuestro parecer, es que para las deudas que no se especifican, que podrían ser por cualquier causa y por cualquier monto y que automáticamente ya se tenían reconocidas en el Artículo 1, serían llevadas a una Comisión Mixta, que solamente debería decidir cuál era el monto por el cual se indemnizaría a los reclamantes y no la justicia de esas reclamaciones. El segundo acuerdo fue firmado entre: Herbert W. Bowen, por Venezuela y Michel H. Herbert, por la Gran Bretaña. El texto firmado era básicamente el mismo que el del acuerdo con Alemania, con la diferencia de cantidades para la deuda, que en el caso de Gran Bretaña era de sólo cinco mil quinientas libras esterlinas. El tercer acuerdo se firmó entre Herbert W. Bowen, por Venezuela y E. Mayor Des Planches, por Italia. En este caso, como en el anterior, la diferencia fundamental era la cantidad de la reclamación inicial, que era algo más de dos millones ochocientos mil bolívares de la época. La diferencia fundamental con los demás tratados es el compromiso de Venezuela de renovar automáticamente el Tratado de Amistad y Comercio con Italia, aún después de sufrir la humillación de que estaba siendo víctima.

En cada uno de los Protocolos se constituiría una Comisión Mixta por cada país, que se establecerían inmediatamente después de la firma de los tratados iniciales, conformadas las comisiones por un representante venezolano y uno de cada país firmante, que tratarían de llegar a acuerdos definitivos; adicionalmente se nombraría un Presidente de la Comisión, para que en el caso de que no se llegara a ningún acuerdo sobre una reclamación específica, el super-árbitro o presidente fungiera como tercero en discordia y emitiera un dictamen, que en todos los casos, sería irrevocable.

Se puede decir que uno de los puntos más controvertidos de los tres tratados es que, en abierta contradicción con las instrucciones giradas por el Gobierno venezolano a Bowen , no solo no se presentó a la mesa de negociación alguna reclamación venezolana por los daños sufridos por el Bloqueo o por otras circunstancias anteriores que hubieran implicado pérdidas económicas para la Nación y que ameritasen una negociación. Al contrario, los tres Acuerdos contemplan un artículo que específicamente estipula que el Gobierno de Venezuela se comprometía a dejar libre de reclamación o demanda de ninguna especie a los Gobiernos agresores, por cualquier daño que hubiera podido causar el bloqueo o sus consecuencias. Es más, en uno de los últimos artículos de los tres Tratados dice que los Gobiernos agresores entregarán los barcos de guerra tomados a Venezuela durante el Bloqueo, en el estado en que se encuentren y esta no podrá reclamar nada por sus perjuicios, ni en ese momento ni en el futuro; esto aún cuando algunos de los barcos tomados fueron hundidos, es decir, los Gobiernos agresores entregarían los restos de las naves de guerra nacionales en el fondo del mar.

“El Gobierno de Venezuela se compromete por este instrumento y garantiza que el Gobierno Italiano quedará totalmente exento y libre de cualquiera reclamación o demanda de cualquiera especie que sean intentadas, ya por ciudadanos o Corporaciones de Venezuela, ya por ciudadanos o Corporaciones de otros Países, por motivo de la retención, apresamiento o destrucción de buques o de las mercaderías a bordo de éstos que puedan haber sido o ser retenidas, capturadas o destruidas a causa del bloqueo establecido y mantenido por las tres Potencias aliadas contra la República de Venezuela.”

Pero hay otro punto que no debemos dejar de mencionar, que es la moneda en que los Protocolos comprometían a Venezuela a pagar la llamada Deuda Diplomática. Mientras que la supuesta deuda se había generado en bolívares, porque supuestamente todos los afectados habían perdido los bienes reclamados en Venezuela y por lo tanto en la moneda de curso legal en la Nación suramericana, el país se había comprometido a satisfacer los reclamos en monedas extranjeras, dependiendo del país que reclamara. Así, Venezuela debía pagar en libras esterlinas, en dólares, en oro o en la moneda que se establecía en el Protocolo, multiplicando el daño en las arcas de la Nación, que además perdía en el cambio de la moneda, con cada erogación que se hacía.
En una segunda tanda se firmaron los Protocolos con Estados Unidos el 17 de febrero de 1903, con México el 26 de febrero de 1903, con Francia el 27 de febrero de 1903, con los Países Bajos el 28 de febrero de 1903, con Bélgica el 7 de marzo de 1903, con Suecia y Noruega el 10 de marzo de 1903, con España el 2 de abril de 1903, que tenían un diferente tenor, ya que aunque comprometían a Venezuela igualmente que los anteriores, a responsabilizarse por los compromisos supuestamente adquiridos en cualesquiera condiciones, no definían siquiera una cantidad reclamada, en virtud de que los reclamantes carecían absolutamente de pruebas y tenían que comenzar el proceso de búsqueda y consignación, a fin de saber a cuánto ascendían los montos reclamados.

Para las negociaciones a través de las Comisiones Mixtas, se establecía como fecha inicial el día 1ro. de junio de 1903, en la Ciudad de Caracas.
En último lugar se firma el Laudo Arbitral de La Haya, el 7 de mayo de 1903, en el cual se establece que debido a la iniciativa, los gastos y esfuerzos en que habían incurrido las potencias agresoras, las mismas tenían derecho preferencial al momento de la cobranza de sus reclamaciones. Es decir, las potencias que habían bloqueado tenían ventaja sobre las que no lo habían hecho al cobrar. Esto fue reclamado por Venezuela, ya que no se debía hacer preferencia con las potencias agresoras por encima de los acuerdos previos logrados con otros países de manera pacífica.
Tal como estipulaban los Protocolos de Washington, inmediatamente después de la firma de ellos, se conformaron las Comisiones Mixtas entre Venezuela y cada uno de los países agresores; así mismo, además se conformaron Comisiones Mixtas con cada uno de las naciones reclamantes de alguna deuda, para establecer los montos con que Venezuela tendría que satisfacer dichas reclamaciones.

De tal forma, había Comisiones Mixtas con: Alemania, Gran Bretaña e Italia como países agresores; y con Estados Unidos, México, España, Francia, Países Bajos, Bélgica, Suecia y Noruega y España como países reclamantes. Fueron conformadas, según estaba estipulado en la firma de los Tratados, de la siguiente manera: cada una de las Comisiones Mixtas tendría un Comisionado nombrado por el Presidente de Venezuela y uno por el máximo mandatario del país reclamante; además habría un Tercero en Discordia para cada una de las Comisiones Mixtas con Alemania, Gran Bretaña, Italia y Países Bajos que serían nombrados por el Presidente de los Estados Unidos; un Tercero en Discordia para las Comisiones Mixtas con Estados Unidos, Francia y Bélgica, que serían teóricamente nombrados por la Reina de los Países Bajos; un Tercero en Discordia para las Comisiones Mixtas con México y Suecia y Noruega que sería teóricamente nombrado por el Rey de España; y por último, un Tercero en Discordia para la Comisión Mixta con España, que sería teóricamente nombrado por el Presidente de México. Ahora bien, en la realidad resultó que todos los Terceros en Discordia fueron jueces norteamericanos, por lo que se deduce que fueron, si no nombrados, al menos recomendados por el Gobierno de Estados Unidos, que en la práctica era el que estaba más interesado en establecer, tanto ante las potencias europeas, como ante los países de Suramérica, su creciente hegemonía.

En el texto de los Tratados, se estipulaba con respecto a las Comisiones Mixtas, que las reclamaciones se presentarían “…dentro de treinta días contados desde la fecha de su primera reunión, a menos que los comisionados o el tercero en discordia prorroguen, en algún caso, por un término que no exceda de tres meses, el período concedido para presentar la reclamación.” Sin embargo, ya instaladas las Comisiones Mixtas se dio el caso de que los reclamantes no conseguían las pruebas en el tiempo que estaba estipulado para la presentación de ellas y solicitaban una prórroga en función de ello. El Comisionado extranjero pidió dicha prórroga en varios de los casos, siendo presentados argumentos contrarios por el Comisionado venezolano, con la razón de que las reclamaciones tenían una fecha última de presentación, en función de que la parte venezolana pudiera buscar y hallar los datos de dichas reclamaciones a tiempo para la argumentación. De lo contrario, si la fecha de presentación de las reclamaciones se posponía hasta el último día de las discusiones, Venezuela no tendría posibilidad de presentar argumentos contrarios, porque no tendría tiempo de ubicar las pruebas correspondientes. En este caso, como en los demás, nuestra Nación fue condenada a prescindir de su Derecho a la tutela judicial efectiva, que implica no tener oportunidad a la defensa, cuando el Tercero en Discordia decidió en todos los casos posibles, por la prórroga a la presentación de las pruebas por los reclamantes, hasta el último día posible de presentación.

El pago que determinaran las Comisiones Mixtas se efectuarían con los dineros apartados en las Aduanas de La Guaira y de Puerto Cabello a tal efecto y se atendrían en su orden a los Tratados firmados con posterioridad en La Haya, cuyo Tribunal Internacional decidió el orden en que serían efectuados dichos pagos, siendo beneficiados los países agresores, aún cuando en las instrucciones giradas a Bowen, el Presidente de la República de Venezuela había sugerido negociar de forma tal, que ningún país reclamante se viera preferido con respecto a otro de ellos .
Uno de los artículos firmados en los Protocolos establecía que las discusiones de las Comisiones Mixtas se desarrollarían en Caracas desde el principio hasta el final. Pero en la práctica lo que pasó fue que los Superárbitros estuvieron en la Capital de la Nación suramericana durante los actos de instalación de las Comisiones respectivas y casi al mismo tiempo salieron del país hacia los Estados Unidos de Norteamérica y todas las reclamaciones no solucionadas debieron ser remitidas, con sus respectivos expedientes completos, a las direcciones de cada uno de los jueces que decidirían el fin del conflicto, para que fueran estudiados y sancionados por ellos desde allá. Incluso los dictámenes finales y las firmas de los contratos finales que se establecían entre Venezuela y los países agresores y los reclamantes se concretaron en Washington, una vez que estuvieron listas las decisiones de los jueces de cada una de las causas, por lo que los Comisionados, tanto de los países extranjeros como de Venezuela, tuvieron que trasladarse al país norteamericano con ese fin.

En el momento del nombramiento de los Comisionados venezolanos para las Comisiones Mixtas y de la instalación de ellas, el Canciller venezolano había sido cambiado y el nuevo Ministro Alejandro Urbaneja giró instrucciones reservadas para cada uno de los comisionados venezolanos especialmente designados por el Gobierno para tal efecto. En las instrucciones a Pedro Azpúrua, árbitro por Venezuela en la Comisión Mixta venezolano-británica Urbaneja dejaba en claro que las condiciones de coacción y de engaño, por parte del Comisionado por Venezuela, en que fueron firmados los Protocolos y que enmarcaban las discusiones en las Comisiones Mixtas hacían que todo lo que allí se discutiera tuviera un carácter nulo en circunstancias normales; por este motivo solicitaba al árbitro que en lo posible tratara de vincular la situación política con la reclamación económica, a fin de que lograra que su “…exigua acción (…) no choque abiertamente con la justicia ni venga a favorecer con creces la idea coercitiva esencialmente contenida en las cláusulas del Protocolo.” Por otro lado, se extiende suficientemente en cuanto a la descripción de cada una de las deudas presentadas con anterioridad por la Legación británica al Gobierno venezolano y sus circunstancias, con la finalidad de que el Comisionado tenga suficientes argumentos para interponer en el momento de la discusión, por la cantidad a satisfacer.
Seguidamente, encontramos una nota al Ministro, en la que el Comisionado Azpúrua solicitaba información sobre una reclamación que nunca antes había sido hecha por el Gobierno Británico ni por particular alguno , con lo que se inicia la cadena de presentación de reclamaciones hechas por vez primera al Gobierno venezolano, por parte de los gobiernos agresores e inclusive por parte de los Gobiernos reclamantes que tomaron parte en la agresión. Es en ese momento que surge una primera situación irregular en las negociaciones de las Comisiones Mixtas, ya que el arreglo original había sido aceptado aún a pesar de su injusticia, con base en que las reclamaciones se presentarían al momento del inicio de las discusiones, entendiendo que eran las mismas reclamaciones ya presentadas, sobre las cuales Venezuela tenía los argumentos contrarios para demostrar la invalidez de la mayoría de las reclamaciones. Pero las naciones agresoras y las naciones reclamantes insistieron en que se prorrogaran los plazos de presentación de las pruebas de todas las reclamaciones hasta el último día posible, con lo cual Venezuela quedaba en un estado de indefensión jurídica , en los casos en que las pruebas se presentaran justamente el último día, ya que Venezuela no podía solicitar más prórroga para la presentación de sus argumentos en contra y tampoco podía tener idea de cuáles eran los reclamos que se presentarían, para tener listos los argumentos en contra el día que se dispusieran a discutir las reclamaciones.

El verdadero trasfondo del asunto se comprende verdaderamente cuando se leen documentos tales como una carta recibida por el Señor James Harris del Foreign Office, en la que se le responde lo siguiente, con base en su reclamación:

“En vista de la ausencia de pruebas definitivas sobre la complicidad del General Guzmán Blanco en los procedimientos legales los cuales privaron a su compañía de sus concesiones, el señor Haggard teme que hay poca o ninguna esperanza que el gobierno venezolano considere cualquier reclamo por compensaciones. Debo informar, sin embargo, que el señor Haggard ha sido instruido a reservarse el reclamo, con vistas a ser presentado ante cualquier comisión que pueda ser instituida con el propósito de ocuparse de los reclamos británicos contra Venezuela.”

Ese no fue el único imprevisto que se presentó en estas discusiones. El segundo y de una importancia fundamental, a nuestro parecer, fue el que constituyó la inclusión de la discusión sobre los intereses de mora que según los Comisionados extranjeros, tendrían que devengar cada una de las deudas, desde el momento de la determinación del monto a pagar hasta el momento en que efectivamente se considerara saldada la deuda . Nuestros comisionados argumentaron en contra de la discusión sobre esos intereses, alegando en primer lugar que eso no formaba parte de ninguno de los Protocolos firmados. En segundo lugar, surgió la argumentación que tenía que ver con la ilegalidad del cobro de intereses sobre los intereses ya devengados y cobrados dentro de las cantidades reclamadas. Pero en tercer lugar, estaba el argumento más fuerte, que era el hecho de que desde el momento de la firma de los Protocolos de Washington, Venezuela había empezado a retirar de dos de las principales aduanas de la Nación, el 30% de los ingresos fiscales, cantidad que iba directamente a satisfacer el pago de la deuda completa; el hecho de que a unos acreedores se les pagara antes que a otros, no era culpa de Venezuela, que había tenido la disposición de que ninguno tuviera preponderancia con respecto a otro y que había sido obligada en el arbitrio de La Haya a aceptar que los países agresores tenían predominio con respecto a otros. En todo caso, no se podía aceptar que había mora que generara intereses por parte de Venezuela, que estaba pagando desde el mismo día de la firma de los Protocolos.

En el caso de la Comisión Mixta con Italia, se presenta una circunstancia especial. Las instrucciones giradas por el Ministro Urbaneja a Nicomedes Zuloaga, Comisionado venezolano para la Comisión venezolano-italiana, evidencian que el caso del Protocolo con Italia es especialmente un absurdo desde el punto de vista de la doctrina del derecho público internacional, ya que estableció que había un tipo de reclamaciones que serían pagaderas obligatoriamente por Venezuela sin ninguna revisión ni objeción alguna, sin necesidad de establecer la verdad de los efectos alegados, lo cual no tiene antecedente alguno en negociaciones de ningún tipo; pero además, cuando fueron presentadas las reclamaciones, se vio claramente cómo estas reclamaciones eran del todo exageradas e ilegales ; sin embargo, pese a todos los argumentos contrarios y a las argumentaciones evidentemente fundadas por parte de Venezuela, el Tercero en Discordia, como en todas las demás ocasiones, se inclinaba a favor de las reclamaciones italianas, aún cuando eran evidentemente injustas.
Otro de los problemas que se presentaron fue la discusión introducida por los Comisionados extranjeros sobre la pretendida obligación por parte del Gobierno venezolano de pagar los compromisos reclamados en monedas extranjeras. Es necesario aclarar que hay casos en los que Venezuela aceptaba a priori pagar en divisas, como por ejemplo el caso de los empréstitos concedidos por la banca internacional. Sin embargo, en los casos en que las reclamaciones eran presentadas por compañías que funcionaban en Venezuela como empresas venezolanas, aún siendo de dueños extranjeros, la Nación no tenía que ser compelida a pagar en moneda extranjera, porque era supuesto que la Empresa tenía que haber cobrado sus reclamaciones dentro de la República, porque eran empresas que funcionaban dentro del territorio de la Nación. Pero esa situación era más evidente en el caso de las personas naturales, que aún siendo extranjeros pero con residencia de algunos y en casos, de muchos años en el país y peor aún, de hijos de extranjeros que eran venezolanos por nacimiento o de extranjeros que por voluntad propia se habían convertido en venezolanos, estaban reclamando que las deudas les fueran pagadas en divisas, cuando sus supuestas o reales pérdidas se habían sucedido en bolívares y no en moneda extranjera.

Durante el proceso se conocieron otro tipo de reclamaciones ilegales planteadas por ciudadanos venezolanos que de alguna manera hallaron la forma de presentar sus reclamaciones tal como si ellos fueran extranjeros, a fin de obtener un dinero que de ninguna otra forma podrían haber reclamado, ya que estas negociaciones se estaban llevando a cabo como reclamaciones extranjeras. Varios de estos casos se encuentran documentados en nuestros archivos . Además encontramos en el Boletín del FUNRES una comunicación cuyo origen es el Despacho del Gobernador de Trinidad, en que se pide instrucciones al Secretario Lonsdowne sobre una solicitud de protección británica en relación con un rancho en territorio venezolano, cuyo propietario venezolano se asoció con súbditos británicos en una relación de 5.200 acciones del venezolano por 5.560 de los extranjeros a fin de poder hacer reclamaciones al Estado venezolano y recibir compensaciones económicas. El párrafo de la comunicación que nos interesa señala lo siguiente:

“7. Es obvio que esta propiedad fue convertida en una sociedad anónima británica para obtener la protección del gobierno británico. Este es un ejemplo el cual, si no ha sido seguido ya, pronto lo será, especialmente si el plan tiene éxito; de manera que, antes de mucho tiempo, la protección de Gran Bretaña será solicitada por la mitad de los propietarios de tierra en Venezuela.”

Se puede decir que los Protocolos de Washington se convirtieron en el fundamento jurídico de una nueva hegemonía planetaria cuyo poder ha sido el más grande detentado por imperio alguno jamás conocido, no tanto por la redacción de los documentos como tal, cuanto por la significación que tuvo la circunstancia de la patraña que elaboró el Gobierno norteamericano, cuando al hacerse pasar como amigo de Venezuela por su condición de país neutral, consiguió que se le designara como árbitro por la parte venezolana, siendo que en la práctica tomó parte en el conflicto, no solo utilizando la circunstancia como antecedente político que le permitió tomar ventaja para convertirse al mediano plazo en el “hermano mayor de la humanidad”, sino además para formar parte integrante de las naciones reclamantes y obtener un trato preferencial en las negociaciones financieras llevadas a cabo a raíz de la agresión a las soberanía venezolana por parte de las potencias europeas.

A modo de conclusión de este ensayo es necesario contextualizar algunas cosas. Una vez llevada a cabo la emancipación de Suramérica, se hacía necesaria la unión de las antiguas colonias hispanas, a fin de que como hermanas discutieran acerca de los asuntos que les concernían en el plano internacional. Estos estaban directamente vinculados al afianzamiento de las conquistas alcanzadas a través de la guerra de independencia, a la defensa de sus intereses frente a las potencias que amenazaban con recuperar sus dominios perdidos en el Nuevo Continente, a robustecer la amistad entre los nuevos Estados y a fundamentar sobre sólidos principios la posesión del territorio y las relaciones internacionales. En su comunicación oficial del 7 de diciembre de 1824, conocida históricamente como Convocatoria del Congreso de Panamá (que refrendaba como ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores José Faustino Sánchez Carrión), Simón Bolívar invitaba a aquellos Gobiernos a enviar sus plenipotenciarios a la ciudad de Panamá, a fin de que reunidos con los que enviaría el Perú, procediesen a iniciar las deliberaciones del Congreso General Anfictiónico. Entre otros conceptos, se expresa así Bolívar:

«...Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el Istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado, como está en el centro del globo (...) El día que nuestros plenipotenciarios hagan el canje de sus poderes, se fijará en la historia diplomática de América una época inmortal. Cuando después de cien siglos, la posteridad busque el origen de nuestro derecho público y recuerden los pactos que consolidaron su destino, registrarán con respeto los protocolos del Istmo. En él encontrarán el plan de nuestras primeras alianzas, que trazará la marcha de nuestras relaciones con el universo.».

El Libertador había previsto la celebración de un congreso anfictiónico, es decir, formado por naciones de un mismo origen, idioma y cultura. Pero el Gobierno de Colombia, a la cabeza del cual se hallaba Francisco de Paula Santander como Vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo, decidió invitar también (coincidiendo en esto con los gobiernos de México y de Guatemala-América Central) a Estados Unidos de Norteamérica y al Imperio de Brasil.; finalmente se realizaron gestiones para que los reinos británico y holandés se hicieran representar en el Congreso de Panamá por un observador. Con esto quedaba desvirtuado el propósito fundamental del Libertador, que consistía en lograr un entendimiento de las Repúblicas hermanas, a fin de poder negociar en bloque con las naciones de otras culturas y/o de diferentes regímenes políticos.

Frente a ese primer intento fallido de planificar una política internacional suramericana, enmarcada dentro del Pensamiento Anfictiónico Bolivariano, surge lo que se conoce como el Panamericanismo, que teóricamente tenía como objetivos últimos el fomento y ordenamiento de las relaciones, la asociación y la cooperación entre los estados de la América entera. La realidad era que desde el final de su proceso de Independencia, Estados Unidos se mostró cada vez más interesado en el comercio con Suramérica, dado el potencial mercado que era el Continente para la expansión comercial de la nación del Norte. La I Conferencia Panamericana sentó las bases del supuesto sistema de cooperación hemisférico y descubrió sus verdaderos objetivos: la creación de un sistema de seguridad regional bajo la égida norteamericana y el fomento de una comunidad económica bilateral entre Estados Unidos y cada uno de los países suramericanos, con hegemonía del capital norteamericano. Estados Unidos insistió en mantener el orden de los países de América para que no hubiese intervenciones extra-continentales, lo que los convertiría en el “estado-policía” del Continente.

Como la deuda con Europa se acumulaba en cantidades ingentes en todo el continente americano, debido a que todo el siglo XIX estuvo colmado de luchas independentistas, que costaron no solo vidas sino recursos propios y ajenos, el Bloqueo no podía ser interpretado como una amenaza a la soberanía de casi todas las naciones recién liberadas de la colonización. Por esa razón, surge la Doctrina Drago, que fue la reacción de una parte de la diplomacia suramericana ante la agresión perpetrada por las potencias europeas a las costas venezolanas, en el entendido de que dicha acción podía poner en peligro los intereses de las oligarquías de toda la región, que contaban con la financiación europea para poder sacar sus negocios adelante, lo que eventualmente resultaría en el crecimiento de las economías nacionales. Por lo tanto fue más la respuesta de un país suramericano preocupado por sus intereses propios, que la elaboración conceptual de una propuesta estratégica de relaciones internacionales entre países imperiales y países coloniales.

La Doctrina Drago, que fue anunciada en 1902 por el Ministro de Relaciones Exteriores argentino, Luis María Drago, en respuesta al incumplimiento de la Doctrina Monroe por parte de los Estados Unidos, establece que ningún poder extranjero puede utilizar la violencia contra una nación americana con el fin de recolectar una deuda. A ella le fue contrapuesta la Proposición Porter, presentada por el delegado estadounidense Horace Porter en la Conferencia de La Haya de 1907, en la que los norteamericanos se reservaron la aprobación del proyecto argentino, condicionando la renuncia al uso de la fuerza para obtener el pago de una deuda a la aceptación de una solución arbitral por parte de la nación deudora; la Proposición Porter fue el antecedente más cercano del Corolario Roosevelt, que extendería la visión del Destino Manifiesto, que expresaba originalmente la creencia de que los Estados Unidos de Norteamérica estaban destinados a expandirse desde las costas del Atlántico al Pacífico, a otras adquisiciones territoriales, no solo porque la expansión fuera buena sino también obvia (manifiesta) y certera (destino), a la zona del Caribe y hacia las naciones de habla hispana a lo largo del Hemisferio.

Se hace necesario recordar que el Corolario Roosevelt es la alteración de proporciones, tanto cualitativa como cuantitativamente, más importante a la Doctrina Monroe, formulada por Theodore Roosevelt, que permitió considerar a Sur América como la región por antonomasia dirigida a expandir los intereses comerciales de la Nación del Norte, manteniendo al mismo tiempo la hegemonía europea fuera del Hemisferio. Con este objetivo afirmaba que si un país suramericano situado bajo la influencia de los Estados Unidos amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el Gobierno de turno estaría obligado a intervenir en los asuntos internos del país "desquiciado" para reordenarlo, restableciendo los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas. Dicha doctrina formó parte de la ideología imperial del Gobierno norteamericano, que posteriormente tendría la oportunidad de llevarla a la práctica en múltiples oportunidades a todo lo largo del siglo XX.

De esta manera, los Protocolos quedarán para la historia como demostración de la ignominia de que han sido víctimas todas las Naciones suramericanas, cada una en su momento, causada por la política planificadamente imperial, que ha caracterizado a Estados Unidos de Norteamérica desde su nacimiento. Están en estrecha relación con la doctrina político-económica de la neocolonización, influyendo decisivamente en la configuración del mapa estratégico geopolítico mundial, al transformar (por medio de un arbitraje interesado) el resultado de una negociación financiera específica entre una joven nación americana y las “viejas” potencias acreedoras, en el escarmiento a cualquier joven nación que intentara reclamar la soberanía sobre sus territorios.
El incumplimiento de los pagos de la deuda negociada en los Protocolos de Washington ha servido durante todo el siglo XX para justificar una y otra vez el Golpe que, propiciado y organizado por los Estados Unidos, le dio Gómez a Castro a finales de 1908. Sin embargo, con esta investigación se encontraron en el Archivo del Departamento de Estado en Washington, varios informes de William Russell al Secretario de Estado que evidencian que para agosto de 1907, el Gobierno de Venezuela presidido por el General Cipriano Castro había terminado de cancelar la deuda con las potencias agresoras tal como lo había establecido el Tribunal de La Haya y se disponía a empezar a pagar la deuda minoritaria con los demás países acreedores, lo que nos permite empezar a revertir la ampliamente trabajada matriz de opinión que ha pretendido culpabilizar al agredido por las agresiones sufridas.

Tal como se puede ver cien años después, el bloqueo a las costas de Venezuela fue una de las últimas acciones en las que las potencias europeas desplegaron sus últimos tiros de artillería imperial, para dar paso al nuevo orden mundial, que las relegaría al papel de seguidores incondicionales del poderío norteamericano, por lo menos durante todo el siglo XX. La firma de los Protocolos de Washington, episodio gestado por los Estados Unidos, junto con la secesión neogranadina y la posterior ocupación de la zona del Canal en Panamá, constituyó el punto de quiebre a partir del cual, Washington pasó a desarrollar el papel de gendarme del Continente primero y luego del mundo entero. Estados Unidos fue construyendo su zona de influencia en el Caribe, que incluía a América Central y la parte norte de Sur-América, denominada en círculos publicitarios su “patio trasero”, a fin de ir lentamente posesionándose en el mundo como la primera potencia bélica a nivel mundial, después de la segunda guerra europea del siglo XX.

Caracas, 2008