X CONFERENCIA INTERAMERICANA: último capítulo de la Unión Panamericana - primera parte de la OEA


La guerra no consiste solo en batallas, o en la acción de luchar,
sino que es un lapso de tiempo durante el cual la voluntad de entrar en combate es suficientemente conocida.
Thomas Hobbes



La Décima Conferencia Interamericana realizada en Caracas, parece haberse convertido en el hito que indicó que para el inicio de la segunda mitad del siglo XX, el sistema de relacionamiento interno del continente americano estaba definitivamente preparado para servir de soporte a la producción del capital mundial, sistema que abundaría en la realización irreversible de los planes estratégicos de hegemonía mundial, de la nación en la que se estaban aposentando los grandes capitales del planeta: los Estados Unidos de América.
El Diario de la Décima Conferencia Interamericana y el Informe al Señor Presidente de la República presentado por el Canciller, que reposan en el Archivo Histórico de la Cancillería venezolana, que hasta ahora han estado inéditos y que presentamos en el presente trabajo, confirman ese hecho y suministran la perspectiva nacional a dicha aseveración. El mismo hecho lo evidencia la extensa colección hemerográfica protegida en nuestro archivo, que contiene documentos sacados de publicaciones periódicas de todas partes del mundo, por los menos en los seis idiomas más conocidos.
Consideramos que un estudio serio y desinteresado sobre la Décima Conferencia Interamericana en Caracas está por hacerse y que esas son fuentes invaluables e insustituibles, que ponemos a disposición de los investigadores interesados, con la seguridad de que no están compiladas en ningún otro repositorio del mundo. Este trabajo es solo una introducción sucinta a la revisión necesaria de los papeles de la Conferencia. A modo de introducción se hace un esbozo histórico sobre el contexto que rodeó la Décima Conferencia, que empieza con una definición del “new deal”, del que emergería el nuevo imperio mundial, así como de lo que se denominó “la guerra fría” y su coartada ideológica: el anticomunismo.

El “New Deal” o imperialismo a la norteamericana
Por el siglo XIV, el capital mundial, que se había consagrado hasta ese momento al financiamiento de la consolidación de los estados nacionales, se vio obligado a dar un gran paso, cuando los grandes deudores, que eran los gobernantes de las naciones recién nacidas, se descubrieron insolventes, porque no tenían de dónde sacar recursos para pagar a los banqueros acreedores. Con el descubrimiento de nuevos yacimientos de riquezas en el siglo XVI, lograron más financiamiento, hipotecando el oro, la plata y las piedras preciosas y semipreciosas de las tierras lejanas, en el pago de todas las acreencias contraídas. Pero las nuevas riquezas, desproporcionadamente enormes, no solo pagaron deudas sino que impulsaron la industrialización y el comercio global, prometiendo cada día más. Las nacientes oligarquías podían ser los dueños de los medios de producción, si se comprometían a impulsar gobernantes que promovieran leyes que obligaran a sus naciones a pagar a los acreedores la deuda histórica que contrajeron los incipientes países con los ya ricos banqueros. De esa forma, cada nación nueva emergía con un pasivo, para lo que necesitaba dedicar una buena cantidad de sus recursos naturales y humanos.
Posteriormente, en el siglo XX, el descubrimiento de las guerras como el gran reproductor del capital se constituía como el otro paso más dado por el capital . Después de conflictos varios entre potencias occidentales y de la última gran guerra europea, en que se vieron involucrados casi todos los pueblos del mundo, unos por metrópolis y otros por colonias, a mediados de siglo la economía estadounidense florecía en medio de la devastación como la más fuerte del planeta, porque además de contar con una industria manufacturera poderosísima, que se había enriquecido vendiendo armas a todos los bandos, fue la única potencia que no sufrió la destrucción en su territorio, recibiendo además la inmigración de buena parte de los financistas de todos los conflictos: los banqueros europeos con sus capitales en oro. Por eso, el presidente Franklin Delano Roosevelt, previendo que la vuelta a la paz podría traer una nueva crisis económica doméstica, originada por la exigencia de los soldados de incorporarse a un puesto de trabajo y al recorte de las ventas en su industria bélica, vio en el lanzamiento de un nuevo orden económico mundial la manera más eficaz de apuntalar la prosperidad de su nación, garantizando la demanda para sus exportaciones y el acceso incondicional a las materias primas vitales.
Los países europeos por su parte, sugirieron la celebración de una conferencia mundial para discutir una idea, con la que tratarían de salir de la crisis económica en que los había dejado la guerra. Diseñada por John Maynard Keynes, la propuesta consistía en la dilación del desarrollo capitalista: se crearía un órgano internacional de compensación, que emitiría una moneda internacional canjeable en moneda local, a una tasa fija. A través de ese órgano, los países con excedentes financiarían a los países deficitarios, lo que haría crecer la demanda mundial y evitaría la deflación; la clave del plan era que los gobiernos, tanto de los países acreedores como de los deudores estarían obligados a mantener una balanza comercial equilibrada y en caso de incumplimiento, tendrían que pagar intereses sobre la diferencia, implementando las medidas jurídicas para mantener una cuenta cero. El plan era democrático: los intereses comerciales más poderosos no podrían distorsionar la balanza comercial y los sectores productivos más fuertes no perderían sus esfuerzos en una exportación ininterrumpida de los productos que fabricaban.
Pero los planificadores de la economía estadounidense no estaban dispuestos a detener su desarrollo, por lo que aprovechando la situación vulnerable de sus aliados , presionaron para que el plan británico fuera rechazado y se firmaran en julio de 1944 los “Acuerdos de Bretton Woods”, en que se crearon el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), se impuso el dólar como moneda internacional y su convertibilidad irrestricta, fija e ilimitada a oro; los demás países debían fijar así el precio de sus monedas con relación a aquella y cuando tuvieran déficits en sus balanzas de pagos, debían financiarlos a través de préstamos de las reservas internacionales depositadas en el BM, con la condición de concertar sus políticas económicas con el FMI. La Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas, que fue el nombre de la conferencia en Bretton Woods (un hotel en el estado de New Hamshire, al este de los Estados Unidos), se constituyó con la presencia de 44 naciones, la mayoría de las cuales eran latinoamericanas, permeadas por la influencia de Washington por un lado, y las naciones europeas con sus colonias, que estaban quebradas y tenían que aceptar lo que les dieran por el otro. Aunque Unión Soviética, los países que estaban bajo su influencia y China asistieron, no ratificaron los acuerdos. Sin embargo, desde ese momento se imponía en el mundo un sistema de relaciones económicas globalizadamente renovado y que establecía su base de operaciones en los Estados Unidos, convirtiendo a esa nación en el hegemón del mundo.
Hasta ese momento imperialismo y colonialismo eran términos que se usaban indistintamente. Desde el “new deal”, el mundo comenzó a conocer una nueva definición de imperio, que no se refiere estrictamente al control ejercido por un estado nacional sobre los territorios de otro pueblo, sino más bien al control de los grandes capitales sobre los destinos de todos. En toda la segunda mitad del siglo XX, el mundo entero adolecería amargamente lo que esto significaba.

El poder atómico y la Guerra Fría
El “Primer Relámpago” en 1949 y la intervención decisiva de China en la Guerra de Corea en 1950, se constituyeron en dos momentos históricos que alteraron para siempre la disposición geoestratégica del mundo en el siglo XX.
Después de Hiroshima y Nagasaki, parecía haber quedado claro quién tenía la supremacía bélica en el planeta; pero con la explosión de su primera bomba atómica, Unión Soviética recuperó su nivel en el duelo de las superpotencias, para reclamar su porción del botín de la parte oriental del mundo, por haber cumplido el rol determinante en la rendición de Japón . Sin embargo, el acuerdo tácito de mantener el conflicto coreano dentro del marco de la “guerra localizada”, es el indicio que mejor permite comprender que Unión Soviética y Estados Unidos, probablemente con posiciones distintas, necesitaban que la industria de la guerra continuara desplegándose, para el mejor desarrollo de sus economías y para ello, desplegarían una política de terrorismo nuclear, mostrándose constantemente al mundo como los dos monstruos que en cualquier momento chocarían directamente si no se les dejaba suficiente espacio para moverse a sus anchas.
A esa tensión, que se mantuvo por algo más de treinta años, se le denominó Guerra Fría y todos alrededor procuraban “no respirar” para no correr el riesgo de despertar de mal humor a los dos gigantes; y todos los ataques, conflictos, ofensivas, invasiones, incursiones, estratagemas entre unos países y otros parecían tener su origen en la disyuntiva ideológica capitalismo-comunismo. Así, mientras por un lado Estados Unidos apoyaba gobiernos de cualquier signo, si les respondían con la lucha contra el comunismo; por el otro, Unión Soviética pactaba con todo tipo de regímenes nacionalistas que le garantizaran la contención del imperialismo norteamericano, entendidos los dos conceptos como ideologías. Nadie se atrevía a decir entonces, al menos no en voz alta, que la economía del llamado “socialismo real” se comportaba en la práctica de manera sumamente parecida a la del capitalismo y nadie parecía poder siquiera pensar que la proliferación de las industrias altamente contaminantes, que funcionaban a ambos lados de “la cortina de hierro”, acabarían teniendo el mismo efecto de un invierno nuclear.
Y aunque todos los conflictos localizados habían estado sucediendo bajo el signo de la confrontación capitalismo-comunismo como telón de fondo.
(…) los líderes norteamericanos, entendedores de que comunismo y capitalismo eran definitivamente incompatibles, delinearon una nueva política exterior menos conciliatoria y mucho más firme que, tomando la caracterización del historiador de la Guerra Fría John Lewis Gaddis, se resumía en la idea de “ponerse duros con Rusia. (…)” Esto se debió, siguiendo al autor previamente mencionado, al simplismo con que se presentó el conflicto ruso-norteamericano, que hizo que los sucesivos gobiernos estadounidenses quedaran atrapados dentro de su propia e inflexible retórica, contribuyendo a la perpetuación de la “guerra fría” entre ambas superpotencias.
Con el correr de los tiempos, se evidenció que el comunismo, como modo de producción, solo podría ser aplicado si lo era de forma total y que el sistema capitalista en la práctica funcionaba como el rector de las economías de ambos lados, develándose como una forma única de producir el capital y como una sola visión de la subsistencia en el planeta. Es así como las razones económicas pesaban al menos tanto como las razones ideológicas a la hora del conflicto por la hegemonía mundial entre Unión Soviética y Estados Unidos.
Sin embargo, no fueron únicamente los parámetros ideológicos los que contribuyeron a definir la política exterior norteamericana del período. Con el fin de la Segunda Guerra, se inició en Estados Unidos una nueva etapa de acumulación basada principalmente en tres factores interrelacionados: el mantenimiento y expansión del complejo militarindustrial, el acuerdo entre capital y trabajo, y la expansión a escala mundial de las grandes empresas norteamericanas. Y lo cierto es que esta nueva etapa encontró en la Guerra Fría la posibilidad perfecta para desarrollarse.
La realidad entonces era que las superpotencias estaban en guerra: la guerra por los mercados. En ese sentido, no se puede dejar de mencionar que el elemento básico para el desarrollo de toda la producción industrial mundial es la energía; y su fuente más abundante y más barata durante toda la primera mitad del siglo XX fue el petróleo. Para ese momento, Venezuela que durante los primeros treinta años del siglo había sido el primer productor mundial del combustible , era un proveedor cada vez más costoso . Pero las potencias europeas, que hacia las postrimerías del siglo XIX habían perfeccionado su estrategia colonialista en África y Medio Oriente, se habían hecho propietarias de su petróleo, cada vez más prolífero y barato.
Previendo el colapso de la economía doméstica con la baja de los precios del crudo, una comisión gubernamental venezolana hizo una gira en 1949 , por los países petroleros africanos, con la intención de esculcar las posibilidades de las nacionalizaciones del hidrocarburo y del inicio de las negociaciones para la conformación de un cartel de países productores en contra de las grandes empresas explotadoras. Irán fue el país más receptivo a dicho planteamiento y casi inmediatamente su pueblo parió un gobierno que decretaba la nacionalización del petróleo en 1951. Poco después, en 1953, el Primer Ministro Mohammad Mossadegh era depuesto y sustituido por un elemento mejor dispuesto a la negociación con las transnacionales. Ello demoraría un tiempo más la creación de otro factor de influencia en las relaciones geopolíticas de la centuria: la OPEP.

La situación geopolítica en América
Después de llevar a Unión Soviética a convertirse en una de las dos superpotencias del mundo, Stalin moría en marzo de 1953, lo que hizo pensar a algunos que podía sucederse un cambio radical en la orientación de las políticas tanto económica como militar de la nación. En ese marco se realizaba entre enero y febrero de 1954, la reunión de los cancilleres Viacheslav Molotov (URSS), John Foster Dulles (USA), Anthony Eden (GB) y George Bidault (FR) en Berlín, para discutir sobre la guerra de Indochina y las ocupaciones de Alemania y Austria por fuerzas de los cuatro países. Molotov no lograba imponer la política de consenso que había planificado y Dulles, que había logrado demostrar que las potencias industriales europeas eran sus aliadas incondicionales, llegaba a la X Conferencia de Caracas en marzo de ese año, coronado de laureles, después de lograr una victoria mediática sobre Molotov. Ese año sería nombrado “La persona del Año” por la revista TIME.
Ahora bien, las consecuencias económicas de la guerra en Europa fueron tan devastadoras para Latinoamérica como para los propios europeos; solo que nadie, excepto los mismos latinoamericanos parecían darse cuenta de ello. Los productos agrícolas, que era de lo que vivía la mayoría de los países del continente, perdían cada vez más sus mercados, tanto por la aguda crisis económica que vivía la parte del mundo que solía comprar esos productos, como por las políticas proteccionistas que se implementaban en los Estados Unidos, que había quedado casi exclusivamente como único mercado de dichos productos.
Cansados ya de solicitar ayudas al vecino más poderoso sin lograr nada, se empezaba a hacer evidente un movimiento nacionalista que recorría el continente y que muy esporádicamente recibía atención y alguna limosna de la Unión Soviética, que no estaba lista para traspasar las líneas tácitamente establecidas entre superpotencias, recibiendo en su ámbito de influencia a naciones con tanta cercanía geográfica del otro gran gigante.
Y es que ahora resulta evidente, y era tal vez razonable incluso en 1945-1947, que la URSS ni era expansionista –menos aún agresiva- ni contaba con extender el avance del comunismo más allá de lo que se supone se había acordado en las cumbres de 1943-1945.
Probablemente por esa razón, pero sin dejar de lado el hecho de que el verdadero pensamiento bolivariano nunca había muerto en Latinoamérica, las voces que clamaban por la realización de la definitiva independencia económica en los diferentes países, subían cada vez más el volumen, invitando a voltear la vista hacia dentro de ellos mismos y a mirar la posibilidad de unión con los vecinos, que eran sus aliados naturales.
Ahora bien, dejar que eso sucediera no estaba en los planes de los grandes capitales, que necesitaban cada vez más materias primas baratas y mano de obra esclava o casi, para su crecimiento. Por lo cual las voces debían ser calladas cada vez con mayor contundencia, para que el escarmiento sirviera de ejemplo de lo que no se debía hacer o dejar hacer. Uno de esos escarmientos sucedió con mucha claridad en marzo de 1948, cuando en el marco de las deliberaciones de la IX Conferencia Interamericana mataron a Jorge Eliécer Gaitán , lo que originó los disturbios que la historiografía denominaría El Bogotazo y que fue el inicio de la conflagración criminal que dura hasta la actualidad en el hermano país. A diferencia de Caracas, que en su momento había declinado ser la sede del evento, a falta de infraestructura adecuada para su realización , pero que poseía un ambiente de relativa calma, en Colombia no había cesado la lucha por la justicia desde finales del siglo XIX, cuando la Guerra de los Mil Días, los desacuerdos por la secesión de Panamá, la Masacre de las Bananeras y la pobreza cada vez más extendida, constituían solo algunos de los síntomas de la descomposición de la nación .
En Venezuela, el gobierno liderado por el Coronel Marcos Pérez Jiménez desde 1949, cuando había dado un golpe de estado, modernizaba el país desde el punto de vista de la infraestructura, con los ingresos que obtenía la nación por los impuestos petroleros, que comparados con las ganancias de las transnacionales eran despreciables, pero que entraban al país de manera constante, lo que no sucedía en otros países del continente. Aún así, no llegó a tener muchos logros en cuanto a popularidad se refiere, probablemente porque no tenía una imagen carismática a la cabeza ni una estrategia comunicacional interna que lograra convencer al pueblo de que las acciones de gobierno eran en función de mejorar las condiciones de vida del pueblo llano; pero sobre todo, porque su negativa a respetar los derechos políticos de los opositores lo convertía en un régimen muy proclive al autoritarismo, contra lo cual las fuerzas populares luchaban en todo el continente.
Por otro lado, la pérdida de la Guerra del Chaco había marcado el inicio de una gran depresión en Bolivia, llevando al Movimiento Nacionalista Revolucionario a dar un golpe incruento en 1943, que se legitimaría con el triunfo de las elecciones en 1951, poder que Víctor Paz Estenssoro solo ejercería luego de un año de luchas sangrientas, para implementar políticas basadas en la nacionalización de la minería, la reforma agraria, la creación de la Central Obrera Boliviana, la aprobación del voto universal y la disolución del ejército, que sería reemplazado por milicias campesinas y obreras.
Mientras tanto, el también Coronel Juan Domingo Perón había ganado en 1951 sus segundas elecciones presidenciales en Argentina, después de casi una década de colaboración en un gobierno militar, en función de reivindicar los derechos de los trabajadores y el impulso a la industrialización de su país. Aunque no era muy popular entre los intelectuales y los empresarios, llegó a tener una relación muy estrecha con el pueblo, de quien recibió los mayores favores y quienes le reconocieron la visión populista al modernizar, no solo la industria y el agro, sino también y fundamentalmente las relaciones sociales en el país austral.
Otro Coronel, Jacobo Arbenz, ganaba legítimamente en Guatemala las elecciones de 1951, para continuar con el gobierno revolucionario que se había iniciado siete años antes, con un triunvirato conformado por el Coronel Francisco Arana, asesinado en un intento de golpe en 1949, el mismo Arbenz y el que sería su canciller Jorge Toriello, que le entregaron el poder al presidente electo Juan José Arévalo, a quien Arbenz sucedería electoralmente. A diferencia de Argentina, cuyas relaciones comerciales eran fundamentalmente con Europa por razones geográficas, Guatemala era el asentamiento de una importantísima empresa agro-industrial de capital norteamericano, la United Fruit, que con las medidas tomadas por el gobierno con respecto a la tenencia de tierras y al pago de impuestos, iba a ser directamente afectada en sus intereses. Ya en Colombia había habido un intento de protesta contra el tratamiento a los obreros por parte de las transnacionales de la agro-industria y sucedió la “Masacre de las Bananeras” , permitida y llevada a cabo por el gobierno del país, que prefirió beneficiar a la empresa norteamericana que a sus propios connacionales. Ese es el comportamiento que esperan las transnacionales de los gobiernos latinoamericanos. Pero el gobierno de Guatemala que estaba tratando de mejorar las condiciones de vida de los guatemaltecos, había llevado a cabo una real Reforma Agraria y una reforma de la ley de impuestos, que pecharía a las grandes empresas en función de desarrollar la capacidad productiva de la nación guatemalteca, que beneficiaría a sus nacionales en vez de a las compañías transnacionales y que se había negado en forma reiterada a retroceder en sus políticas.
Por el mismo tiempo, Cuba había sido protagonista y testigo del Asalto al cuartel Moncada. Después de medio siglo de invasión fáctica de su territorio y de luchas nacionalistas iniciadas con la misma guerra hispano-norteamericana, un grupo de jóvenes había decidido tomar por la fuerza las armas que se hallaban en el mayor fortín de la isla, armar al pueblo y tomar el poder del Estado. El asalto al Moncada fracasaba el 26 de julio de 1953, pero dejaba sembrada la semilla de la Revolución Cubana, que solo esperaría seis años más para triunfar. En Puerto Rico, la otra ala del mismo pájaro, los independentistas preparaban un atentado contra el Congreso estadounidense, con el que pretendían llamar la atención del mundo sobre la situación colonial de la “isla del encanto”, y que se llevó a cabo el mismo día de la inauguración de la Conferencia Interamericana de Caracas, el 1 de marzo de 1954.
Inclusive, en una colonia como Guayana inglesa, había vientos de independencia. La elección e inmediata destitución por parte del gobierno real del Jefe de la gobernación, quien era partidario de la descolonización y miembro de un partido al que se acusaba de comunista, en los primeros días de 1954, determinó que la Organización de Estados Americanos denegara el derecho de palabra a los guyaneses independentistas, para defender el fin del colonialismo en América, en la X Conferencia Interamericana de Caracas . Pero al mismo tiempo, el gobierno venezolano recibía una solicitud del Gobernador de la colonia para ser invitado formalmente a Venezuela, hecha a través del cónsul en ese territorio, que era respondida por la misma presidencia de la República con una posposición indefinida , en lo que evidencia que aunque el gobierno de Caracas no estaba dispuesto a arriesgarse a ser relacionado con movimientos que de alguna forma pudieran ser acusados de comunistas, tampoco estaba dispuesto a ceder en su posición anticolonialista.
Con estos pocos ejemplos presentados de manera sumaria, es posible notar que el panorama político latinoamericano era homogéneo en el hecho de que todos los pueblos del continente sufrían los problemas económicos producto de la postguerra y sus gobiernos empezaban a tomar las medidas proteccionistas básicas, a fin de que sus naciones pudieran disfrutar del mismo “estado de bienestar” que estaba siendo propuesto para los países europeos. Las medidas podían ser llamadas populistas, pero lo cierto es que no se tomaron porque alguno de esos gobiernos tuviera tendencias comunistas sino justamente por todo lo contrario. Los militares, que mandaban de forma más o menos autocrática a todo lo largo y ancho del continente, sabían que una de las ofertas fundamentales del comunismo era sacar a los pueblos de la miseria y si los de este lado del mundo empezaban a ser convencidos de que eso era verdad, se les podía “desordenar” todo el panorama, lo que afectaría de manera inminente sus posibilidades de seguir detentando el poder.
El único problema es que esa no era una solución que gustara a los grandes capitales, que más bien pensaban que a los pobres del Tercer Mundo había que reducirlos por la fuerza, hasta que se acostumbraran al sometimiento por hambre, como había logrado hacerse en África. Así que Estados Unidos, “defensor de la democracia”, tenía una buena razón para declararle la guerra a la nueva política guatemalteca: la defensa de sus nacionales en países foráneos, así los nacionales fueran empresas y no gente.
Con ese motivo, organizaron para el año 1951 la Cuarta Reunión de Cancilleres en Washington, en la que iniciaba una ofensiva diplomática de los Estados Unidos en contra de la revolución guatemalteca, lo que prepararía a todos para su fin. A partir de allí, los regímenes militares más o menos autocráticos y las oligarquías de medio pelo, que eran apoyados por Estados Unidos a lo largo del continente, abrirían las compuertas de la prensa hemisférica, para permitir una avalancha de calumnias, absurdos y simples mentiras que sustentarían el apoyo a una posterior intervención. Con ese fin, ya en 1950 la Sociedad Interamericana de Prensa había saltado de ser una reunión de periodistas representantes de cada uno de los países del sistema interamericano, a ser una reunión de dueños de periódicos y revistas , que era los que tenían intereses que defender y que lo harían a través de sus periódicos, controlando la política editorial.
Es decir, hablando en buen romance, que para adoptar medidas contra el totalitarismo ruso, se convoca a una Asamblea en la que jugarán un papel preponderante los totalitarismos de América. ¡Sorprendente! Aunque no constituye novedad alguna. Durante la última guerra mundial, las democracias occidentales se aliaron a las dictaduras de izquierda (la Rusia Soviética y sus satélites) para combatir a los totalitarismos de derecha (la Alemania nazi, la Italia fascista y sus adláteres); ahora, invertidos los términos, los Estados Unidos estrechan relaciones con los totalitarismos de derecha (la España falangista y las dictaduras latinoamericanas) para arremeter contra las dictaduras de izquierda. Cuestión de táctica. En la que los principios ideológicos quedan subordinados a los intereses políticos.
Como se ve, el reclamo de los dueños de los medios de comunicación latinoamericana a la política de alianzas de los Estados Unidos no es por el hecho de que no se solidarizara con los pueblos de este lado del mundo, tal como lo hicieron con los pueblos de Europa, sino con motivo de que la conveniencia táctica privaba en las toma de decisiones más que los principios ideológicos de cada una de las partes con las que aliarse o contra las que luchar. Era, por supuesto, el reclamo del sector ultra-conservador de las oligarquías latinoamericanas, que no aceptaba siquiera que los “aliados” lo hubieran sido de los comunistas, con el fin de vencer a los nazis.

El último capítulo de la Unión Panamericana: la X Conferencia Interamericana
Se sabe que la idea de que Venezuela fuera la sede de la X Conferencia, había sido propuesta por Costa Rica en la IX Conferencia, siendo que ambos eran gobiernos aliados, en un momento en que todo hacía suponer que el próximo presidente venezolano sería Rómulo Betancourt, quien clausuraba la Conferencia de Bogotá , siendo presidente del partido, que pocos meses atrás había logrado posicionarse en el ejecutivo venezolano, después de algo más de diez años de una lucha personal en esa dirección. El 26 de abril de 1948, Rómulo Betancourt enviaba un telegrama a Andrés Eloy Blanco, quien en ese momento ejercía como Ministro de Relaciones Exteriores, participando la designación formal de Caracas como sede de la X Conferencia Interamericana. Pero ese mismo año, una asonada militar incruenta derrocaba al gobierno (que había sido electo luego de una asonada anterior) y se instalaba un gobierno encabezado por el Coronel Marcos Pérez Jiménez, quien sería a la postre el encargado de organizar la Conferencia de Caracas.
La realización de ambiciosos y emblemáticos proyectos de obras públicas de infraestructura titánica y tecnología de punta caracterizaron ese período de gobierno. Dentro de las más resaltantes está la actual sede de la Universidad Central de Venezuela, dos de cuyas edificaciones principales serían inauguradas por el Presidente Pérez Jiménez el 2 de marzo de 1954, precisamente con motivo de utilizar sus instalaciones para la realización de la Conferencia Interamericana. Además se construiría el Hotel Tamanaco, que según la prensa de la época era el hotel más lujoso de Latinoamérica, donde fueron alojadas las diferentes delegaciones asistentes al evento, que además tuvieron como parte del programa social, visitas programadas a diversas obras en construcción, tales como la Siderúrgica del Orinoco.
Conforme se iba acercando el inicio de la Conferencia, se recibieron en Caracas informes y artículos de prensa varios , que evidenciaban las actitudes enfrentadas de partidarios y detractores de la posibilidad de la realización de la Conferencia Interamericana en Caracas. Desde Costa Rica, Chile y Uruguay llegaban noticias desalentadoras, que evidenciaban el trabajo político que hacía Rómulo Betancourt por todo el continente, para convencer a la opinión pública continental de la inconveniencia de aceptar la realización de la Conferencia de Caracas. Por otro lado, desde Bolivia se hacía sentir una queja que más bien tenía que ver con el miedo que se tenía de que en la Conferencia de Caracas se discutiera el asunto de los disturbios sangrientos que habían sido necesario llevar a cabo para poder tomar el poder electoralmente logrado, pero que se habían negado a entregarles. Desde México, Brasil y Argentina llegaban informaciones que contenían una preocupación fundamental: el que la Conferencia de Caracas se dedicara de nuevo a los asuntos planteados por los Estados Unidos de América, sin tomar en cuenta en absoluto, la problemática socio-económica que se hacía cada día más delicada en los países que se encontraban al sur de Río Bravo.
Ahora bien, para que el sistema interamericano quedara consolidado doctrinalmente, había que insistir en la formación ideológica. A tal fin, se había acordado en anteriores Conferencias diversas estrategias educativas, que llevaban a conformar en la conciencia social la idea de que América era Estados Unidos y los demás debíamos tratar de asemejarnos a ellos y si no, al menos servirles, para no perturbar la paz mundial.
En este marco se propuso construir una filosofía de la que todos los países del continente estuvieran dispuestos a ser signatarios incontrovertiblemente. Bolívar como figura simbólica calzaba a la perfección en esa definición. Había entonces que consolidar un trabajo que se venía haciendo: convertir al héroe venezolano en el adalid del panamericanismo, de las alianzas comerciales y del libre comercio y tránsito de capitales entre las naciones del sur y la del norte del hemisferio, sin que necesariamente ese tránsito sucediera entre unas y otras naciones del sur o entre sus pueblos y culturas. Ello además, conseguía con bastante éxito, enterrar las verdaderas ideas bolivarianas, cerrando casi por completo una parte de la historiografía al estudio y conocimiento de Bolívar como el máximo de nuestros insurgentes, como el pensador por excelencia de la unión latinoamericana y convirtiendo su pensamiento en una momia, contentiva de frases descontextualizadas y desestructuradas, sustrayéndole el sentido real que alguna vez tuvieron y transformándolo en el símbolo vacío de una nacionalidad que no existe.
Con ese propósito se convocó un concurso de investigación histórica que expondría las ideas bolivarianas como los fundamentos del panamericanismo. Francisco Cuevas Cancino, con su libro que ganó el segundo premio, se convirtió en el más fiel de los exponentes de esa historiografía.
Con una exposición del Doctor Luis Emilio Gómez Ruiz, Ministro de Relaciones Exteriores, cuyos temas y títulos fueron “Del Congreso de Panamá a la Conferencia de Caracas - 1826-1953. El genio de Bolívar a través de la historia de las relaciones interamericanas”, se inició por la Radiodifusora Nacional una serie de charlas radiales. En dicha exposición el Canciller Gómez Ruiz abrió, a nombre del Gobierno de la República, un concurso para escritores de todas las Repúblicas pertenecientes a la Organización de los Estados Americanos sobre el tema y título mencionados.
En contra de todo este tinglado se pronunciaba el General José Rafael Gabaldón, cuando con preocupación escribía en un artículo, censurado por el gobierno, lo siguiente:
Bolívar, a toda hora, desde sus primeros pasos de hombre público, pensó y actuó para la “América Meridional”, para “nuestra América”, para la “América de Colón”, no para la “América de los hermanos yankis”, que ya desde entonces afilaban sus garras y nos negaban su ayuda.
Dicho lo cual, se permitía recomendar:
Los mandatarios de América Latina y sus representantes ante la Décima Conferencia deben leer con esmerada y suma atención, el revelador libro de Joseph Byrne Lockey, “Orígenes del Panamericanismo”, versión castellana con anotaciones dispuestas por la Cámara de Comercio de Caracas en conmemoración del Primer Centenario del Congreso de Panamá, para conocer a cabalidad el porqué de la Doctrina de Monroe y su desarrollo, en donde no han sido escasos los Secretarios de Estado que han dicho, con rara franqueza: “Los Estados Unidos son hoy prácticamente soberanos en este Continente, y su mandato hace ley en los asuntos a que circunscribe su intervención”. Nuestra América, pues, no debe olvidar ni a Bolívar con sus sabias predicciones y gloriosas luchas, ni a Estados Unidos a través de la Doctrina Monroe, hoy “prácticamente los soberanos del Continente”, como dijera con desembozada franqueza el Secretario de Estado Olney. Ahora el Sub-Secretario de Estado, Moors Cabott, en reciente declaración de prensa dice cómo “América Latina tiene una cita con el destino”. Óigalo bien la Décima Conferencia, para que dé a tan importante sentencia el significado que debe tener para nosotros los Latinoamericanos.
El 6 de octubre de 1953, a escasos meses de la realización de la conferencia, el Embajador venezolano en la OEA, René Lepervanche consultaba a Caracas sobre el voto por la inclusión del tema anticomunista en la agenda de la reunión y cuya respuesta positiva por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores era condicionada a que la Secretaría de la Organización se comprometiera a basar todas sus discusiones en el tema de la No Intervención . A pesar de la cerrada campaña en ese sentido, Rómulo Betancourt y el gobierno de Costa Rica no pudieron convencer a los otros gobiernos del hemisferio de boicotear la reunión de Caracas y todos los países, excepto Costa Rica, mandaron delegaciones que representaron formalmente la posición de cada uno de sus gobiernos en la conferencia y ese último incluso, firmó el acta final y suscribió los acuerdos.
El 10 de noviembre en Sesión Extraordinaria de la OEA, por sobre la publicidad de todos los adecos del continente , se aprobaba la agenda de la Reunión, con el tema del anticomunismo como uno más, sin presunta preponderancia de ninguno sobre otros. Quedaba entonces estructurada de la siguiente manera:
I. Asuntos jurídico-políticos: Convivencia Pacífica; Colonias; Asilados, exilados y refugiados políticos; Luchas Civiles; Intervención del comunismo internacional en las repúblicas americanas.
II. Asuntos económicos: Informes sobre la situación actual y la perspectiva económica general; Desarrollo económico: Status de los planes de desarrollo; Preservación de los recursos naturales; Cooperación comercial y técnica; Consejo Interamericano Económico y Social.
III. Asuntos sociales: Aspectos Sociales del desarrollo económico; Derechos humanos; Movimiento cooperativista; Problemas de la vivienda de interés social; Causas y efectos del éxodo rural; Asistencia social.
IV. Asuntos culturales: Cooperación cultural; Revisión de la Convención para el Fomento de la Relaciones Culturales Interamericanas; Informes y proyectos; Afirmación del interés histórico de las repúblicas americanas en la Isla de San Salvador.
V. Asuntos de organización y funcionamiento: Comité Jurídico Interamericano; Comité de Acción Cultural; Informe de la Unión Panamericana sobre las labores realizadas desde la Conferencia anterior; Comisión Interamericana de Mujeres; Conferencias Especializadas Interamericanas y otras reuniones intergubernamentales; Política Administrativa y financiera; Sede de la Undécima Conferencia Interamericana.
Se deduce de su lectura que la agenda contemplaba, además de lo que en la práctica era el tema central, que era la discusión sobre el anticomunismo, diversos temas que tenían que ver con los asuntos económicos y culturales y los temas sociales y de funcionamiento del sistema interamericano. Sin embargo, la prensa de la época demuestra que la vista de la opinión pública estuvo especialmente direccionada sobre la idea de que la reunión en Caracas tuviera como leit motiv fundamental el planteamiento por parte de todos los países del área de sus problemas económicos y sus posibles soluciones. Probablemente el caso más emblemático en este sentido es que el New York Times debió dar cabida en sus páginas a artículos que reflejaran esa realidad.
Pero aunque para la opinión pública mundial ese era el tema a tratar, cuando empezó la Conferencia fue evidente que el asunto fundamental de la reunión era la propuesta estadounidense, con el propósito de que se aprobara una resolución que permitiera al gobierno más fuerte del continente influenciar decisivamente en el fin del régimen revolucionario guatemalteco.
Contra la posibilidad de que los representantes latinoamericanos se dejaran usar para una intervención en un país hermano, habían advertido personas en todo el mundo. Uno de ellos fue Pablo Neruda:
Si los gobiernos de América Latina representaran como el de Guatemala a nuestros pueblos, esta conferencia de Caracas tendría una oportunidad maravillosa. Sería la de encarar al Gobierno de los Estados Unidos y pedirle que termine su política de guerra fría y saqueo. Desde hace años no vemos a las Embajadas norteamericanas interviniendo en beneficio de los pueblos de América. Se reciben en las Cancillerías las visitas de esos diplomáticos sólo para presionar sin misericordia a los gobiernos latinoamericanos con mayores exigencias para las compañías explotadoras, o bien, para exigir nuevas leyes represivas, nuevos tributos de sangre.
No podemos esperar gran cosa de nuestra misión en Caracas. Sólo que cumpla la promesa oficial de No Intervención en Guatemala. Pero junto a la voz de Guatemala, que hace honor a América, junto a la voz de Morazán, hubiera sido hermoso escuchar la voz de O’Higgins. Pero, por lo menos, podemos decirle a Guatemala y a todos los patriotas de los pueblos de América: la voz de Chile no está en Caracas, está en este recinto, está en el campo y en las minas, está en las calles de Santiago, está en los padecimientos del Norte, en los mineros de Chuquicamata, en los obreros de la construcción, en los balleneros de la Antártica, en nuestros obreros de fábricas, en nuestros empleados aguerridos, en nuestros profesionales, en nuestros escritores y artistas. Y está con Guatemala y con la liberación de América Latina, está con el pueblo de Guayana Inglesa oprimida por Inglaterra, y con el pueblo de Puerto Rico oprimido por el Gobierno norteamericano. El pueblo chileno conoce ya esta sopa venenosa del anticomunismo. No se la traga. Que se la sirvan con fruición los elegantes delegados que han ido a Caracas a representar en nombre de América Latina los intereses norteamericanos.
Como bien lo dijo Neruda, los estadounidenses no tendrían fácil la tarea, no tanto porque hubiera en Latinoamérica aires de liberación, sino más bien porque casi todos los países estaban de acuerdo en que las conclusiones de la reunión tendrían que respetar el criterio de la No Intervención, tantas veces discutido en el seno del sistema interamericano, como una de sus propuestas filosóficas esenciales. A propósito de ello el presidente Pérez Jiménez inauguraba el evento con las siguientes palabras:
Nos respetaremos mutuamente cuando no pretendamos imponer nuestro criterio a los otros; cuando no nos creamos autorizados, en nombre de doctrinas que profesemos o que digamos defender, a tomar parte en la política interna de los demás pues tal modo de intervenir, en vez de favorecer el acercamiento entre los países, lo obstaculiza con barreras de disgusto y suspicacia; cuando lleguemos a la convicción de que cada uno, dentro del acatamiento a los principios de filosofía política que son de la esencia constitucional americana, está en el derecho de adaptar su sistema de gobierno a las peculiaridades de su evolución y desarrollo; cuando entendamos que no se puede aplicar por igual postulados políticos o ceñir a un patrón invariable formas de gobierno necesariamente distintas, en pueblos que con semejanzas de índole general se diferencian en lo particular; y cuando, en fin, los estadistas de nuestras naciones fijen adecuadamente como norma para sus patrias el sabio precepto del Libertador, de que “el sistema de gobierno más perfecto, es aquél que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política”.
Ahora, si bien en la agenda, la cuestión anticomunista y el tema económico habían sido estrictamente separados, porque en teoría el primero era una cuestión jurídico-política y el otro un asunto económico; en realidad los dos temas fueron inseparables y la comisión que discutió el anticomunismo no hizo otra cosa que demandar una declaración contundente por parte del país más poderoso del hemisferio, sobre el asunto de los problemas económicos existentes en la región y la necesidad de tomar medidas categóricas al respecto. Ya había adelantado el chileno Hernán Santa Cruz, en su artículo para el New York Times, que ello pasaría:
“…puede preverse en Caracas una batalla alrededor de estas ideas. Los latinoamericanos querrán hacer realidad en concepto de la inseparabilidad de la seguridad política y militar y la seguridad económica y el de la solidaridad frente a una agresión armada y frente a la agresión permanente que es la miseria y el atraso. Si Estados Unidos no reacciona fundamentalmente, la solidaridad y la seguridad continental quedará pendiente de solo un hilo: el hilo delgado que representan algunos gobiernos deseosos de complacer y que no interpretan a sus pueblos. La verdadera seguridad continental sólo puede ser mantenida y reforzada con el apoyo de corazón de los pueblos del continente y ésta sólo se obtendrá si se convencen que el sistema interamericano es una empresa común, que une a veintiún pueblos hermanos y solidarios, para defender la civilización, el nivel de vida de los trescientos cincuenta millones de seres que los pueblan, y su libertad y su dignidad humana, en todo el noble y amplio sentido de esa acepción.”
Todas las representaciones expusieron la necesidad de eliminar la miseria existente en sus países como la mejor garantía y casi condición sine qua non de la contención del comunismo en el área. Todos parecían estar de acuerdo en que si Estados Unidos ayudaba a desarrollar las potencialidades económicas de sus países, que después de la guerra europea estaban tan deprimidos o más que las naciones europeas, no tendrían que preocuparse por la propagación de las ideas comunistas y mucho menos por la implantación de sus políticas en el continente.
Un ejemplo de ello es la intervención del señor Vicente Rao, presidente de la delegación de Brasil, en la segunda sesión de la Comisión I:
… sin el fortalecimiento económico, sin la elevación del nivel de vida del hombre a la altura de la dignidad humana, estaríamos siempre amenazados por las fuerzas internacionales subversivas que podrían poner en peligro o abatir nuestra civilización, nuestras instituciones, nuestra propia independencia.
De la misma forma, Santiago Pérez Pérez, integrante de la delegación venezolana, dijo en la tercera sesión de la Comisión I:
No queremos comunismo en América; mas si vamos a adoptar medidas precautorias o defensivas es necesario conceder importancia muy especial a las medidas de carácter constructivo. Además de la cooperación interamericana, para hacer frente al problema planteado a que se refiere el tema que estamos considerando, es indispensable plantar bases sólidas que promuevan y estimulen el desarrollo de las condiciones económicas y sociales, para impedir que el pensamiento individual y aún el nacional en algunas regiones pueda ser presa de la prédica internacional del comunismo. Sabemos, como tanto se ha dicho, que éste impera donde campean el hambre, la ignorancia y el desamparo. En cambio, donde privan condiciones de estabilidad económica; donde la protección social es preocupación esencial de los gobiernos; donde se hace frente a la incultura, surge una barrear espontánea infranqueable a la difusión de aquella tesis destructiva. Pero para la realización de esos planes, es indispensable robustecer el sistema económico. Aun los gobiernos mejor intencionados se verían incapacitados de hacer frente a las más urgentes necesidades sociales y culturales de sus países, si sus presupuestos son deficientes. Por eso, como medida primordial profiláctica, además de muchas razones de tipo económico y humanitario y de mutuo interés en otros órdenes, el desarrollo económico de los países insuficientemente desarrollados debe ser objeto de la más cara preocupación de parte de todos. Confía mi delegación que la Comisión respectiva de esta Conferencia afrontará este problema en toda su magnitud. El apoyo que pueda prestarse al desarrollo económico, no solo aumentará la riqueza de los países, sino que permitirá su desenvolvimiento cultural y social y opondrá la más firme valla a la propagación de las doctrinas disociadoras y disolventes, que produce esa grave distorsión del espíritu que supone el materialismo marxista.
Por otro lado, el representante de Haití, Pierre Hudicourt, que presentó ante la conferencia un proyecto de resolución sobre la cuestión económica (que finalmente no fue aprobado), decía en su intervención en la cuarta sesión de la Comisión II:
(…) la experiencia prueba que el capital extranjero de origen privado ha favorecido apenas el desarrollo económico de la América Latina. El capital no se interesa más que en la explotación de un producto dado: Minero, agrícola o industrial o a la prestación de servicios tales como la electricidad o los ferrocarriles. El capital extranjero privado explota aquí el cobre, allá el estaño, más arriba el petróleo, la caña de azúcar y la pita en el Caribe y el banano en la América Central. La explotación de uno o dos recursos naturales de un país contribuye, ciertamente, al bienestar de un sector dado del país, pero descuida la solución de sus problemas fundamentales. Hemos visto que lo que necesitan los países latinoamericanos es planear su desarrollo económico, es decir, no solo intensificar las inversiones de nuevos capitales, sino coordinar y diversificar dichas inversiones.
Y Carlos Acevedo, otro de los representantes de Guatemala respondía con contundencia:
La voz de los gobiernos aquí representados se ha manifestado coincidente con estos propósitos. Nos llega además en forma presentida, desde los llanos y las montañas, las fábricas y las minas, la demanda de millones de americanos que esperan y confían en una vida mejor.
(…)
La América toda está presente para exigir el progreso económico y un futuro mejor.
Es indudable que con respecto a los asuntos económicos, todos los delegados de los países representados parecían, según sus discursos, estar de acuerdo en que la región estaba viviendo un momento muy difícil y que era urgente tomar medidas concretas con respecto a la cuestión económica, para dar paso a la discusión sobre problemas ideológicos. Sin embargo, nadie parecía querer alzar demasiado la voz para hacer exigencias específicas, probablemente por el miedo a que se les fuera a señalar como comunistas. De hecho, todos empezaban o terminaban su discursos aclarando “no somos comunistas, pero …”, lo que revela que el fantasma del comunismo recorría el continente .
Así, por mucho que dialogaron en ese sentido, el bloque latinoamericano en pleno no logró que el gigante del norte hiciera una declaración que no tuviera que ver con el planteamiento del anticomunismo. Dulles, quien había llegado a Caracas con el inquebrantable propósito de lograr que las firmas de todas las naciones latinoamericanas respaldaran la intervención indirecta y si hacía falta directa, en Guatemala, haría esta afirmación:
Se dice a veces que debemos buscar el bienestar económico porque éste es la mejor defensa contra el comunismo. Yo, personalmente, lo diría de otro modo. Buscamos bienestar económico debido a que, en América, creemos que todos los seres humanos, sin distinción de raza, religión o clase, deben tener la oportunidad de desarrollarse física, mental y espiritualmente. Esto sólo puede ocurrir en una sociedad sana. Por lo tanto, buscamos el bienestar económico como algo bueno por sí mismo y no sólo como un medio de defensa contra el comunismo.
Esta intervención daría paso al discurso de José Maciel Filho, representante de Brasil, que probablemente con una formación teórica más sólida, o asesorado expresamente al respecto, hacía explícita una advertencia, estableciendo claramente la concepción de la que tendrían que huir y que hasta ese momento todos habían sustentado, algunos probablemente sin darse cuenta, otros probablemente con la idea de que pasara desapercibido, con la que se procuraría acabar con la inclusión del tema económico en la mesa de discusión jurídico-política:
“Creemos en un mundo espiritual” “Este es el concepto que anima a nuestro Gobierno”. Con estas palabras abrió el señor Dulles el debate en torno al problema que atormenta a la humanidad.
Nosotros también creemos en un mundo espiritual. Por esta razón rehusamos admitir que el problema económico tenga supremacía sobre el problema del espíritu. Jamás podremos combatir ni dominar el concepto del materialismo histórico si previamente lo aceptamos como base de nuestras discusiones.
Para infelicidad de Dulles, Guillermo Toriello, Canciller de Guatemala, hacía una exposición completamente argumentada sobre la situación pre-revolucionaria y actual en su nación; exigía el respeto a la autodeterminación de los pueblos y hacía una petición teóricamente correcta a la Asamblea, que aunque hizo que se mofaran de ella, logró que los que eso hicieron fueran los que quedaran como incapaces de lograr la articulación de un discurso ordenado y prolijo, como el que todo líder del mundo civilizado debería poder dar. La burla de Dulles sobre la petición de consenso sobre la categoría “comunismo”, hecha por Toriello fue probablemente por lo que la prensa norteamericana no trató a su canciller al regreso a su país, precisamente como un vencedor; no había podido el estadounidense ganarse la votación de los latinoamericanos; tuvo que recurrir a la ironía y a la amenaza abierta para que pudieran plegarse a su exigencia .
Ahora bien, es importante hacer notar que las argumentaciones que expresaron las delegaciones latinoamericanas en torno a la declaración anticomunista no solo tenían que ver con las razones de tipo económico que hubiera podido haber alrededor de la lucha contra esa ideología. También hubo refutaciones que tenían que ver con la misma esencia jurídica del sistema interamericano. Roberto Córdova, integrante de la delegación mexicana, que había propuesto correcciones al texto original de la citada declaración, argüía la posición de su delegación de esta forma:
El señor Secretario de Estado ha hecho una declaración que para nosotros tiene un gran valor, que “… trata la Delegación de los Estados Unidos de hacer una declaración de la política exterior de los Estados Unidos de América frente al comunismo…” Estamos todos de acuerdo en su entusiasmo para esa finalidad. Sin embargo, la ponencia no es una simple declaración para los países continentales comunistas. (…)
Si se refiriese exclusivamente a una declaración para el exterior, yo creo que todavía la podríamos reforzar aún más (…) Lo malo está en que al hablar de comunismo internacional se refiere en el sentido de que ya actúa en nuestras repúblicas y entonces pide que tomemos tales y cuales medidas dentro ya de nuestras jurisdicciones nacionales pero al mismo tiempo (…) permite una acción colectiva para el caso en que instituciones democráticas de América cambien por instituciones que no sean democráticas, aún sin ninguna supeditación al extranjero, como el caso de Yugoeslavia. Lo vuelvo a repetir, no estamos defendiendo al comunismo, pero sí el derecho de nuestras repúblicas a darse el gobierno que libremente deseen darse, porque ésta es la base y la esencia de cualquier institución democrática. El pueblo es el único dueño de su propio destino y ese postulado debe respetarse (…) .
Tal como se ve en la proposición de corrección del texto de la declaración propuesta por la delegación estadounidense, la mayor preocupación de los países latinoamericanos al respecto tenía que ver con la posibilidad que abría dicha declaración a una intervención directa o indirecta de cualquiera de los países del área en cualquier momento, por parte del gigante del norte. Pero además tenía que ver con la protección a la verdadera libertad de pensamiento, las libertades políticas y la libertad de expresión, que Latinoamérica toda pujaba por defender y que parecía que Estados Unidos pujaba por cercenar.
Probablemente por el miedo a ser tildados de comunistas si hacían mucho ruido, todos los países del continente, con excepción de Argentina, México y Guatemala (por motivos distintos) firmaron la declaración anticomunista, sin que se le hubiera cambiado una letra al texto original propuesto por la delegación norteamericana. El acuerdo anticomunista, como bien lo advirtieron varias de las delegaciones, dio pie a la invasión de Guatemala y de cualquier otra nación que se desviara de los intereses por los que apostaban las transnacionales instaladas en el Continente, en la búsqueda de la defensa de sus intereses.
Sin embargo, en función de que quedara abierta una vía jurídica alterna a la declaración anticomunista, la delegación de Uruguay, en la voz de su representante Justino Jiménez de Arechaga, presentaba una resolución, que finalmente fue aprobada formalmente por todos como la “Declaración de Caracas”, y en la que se estableció, como era el acuerdo de la mayoría, que el sistema interamericano se comprometía a respetar el criterio de la No Intervención, que habían venido defendiendo desde hacía casi diez años y que no había podido hacer efectiva, por la constante negativa de Estados Unidos a aceptar dicho criterio como parte de la filosofía de la alianza.
Todos tenemos presentes las circunstancias que dieron nacimiento a la idea de que la Décima Conferencia Interamericana lanzara este documento [la declaración anticomunista]. (…) Se entendió entonces que era prudente que la declaración sobre el punto 5°. del temario tuviera el restricto alcance de una declaración de política internacional … Aceptamos este criterio en base a que habría otra declaración, ésta sí digna de llevar el nombre de la cuna del Libertador, en la cual se afirmaran y desenvolvieran los principios fundamentales que constituyen la base de nuestra alianza.
Es interesante notar que mientras la historiografía de la X Conferencia hace de la “Declaración de Caracas” el pie que le diera Latinoamérica a Estados Unidos para la intervención de Guatemala, la realidad es que fue la “Declaración de solidaridad para la preservación de la integridad política de los estados americanos contra la intervención del comunismo internacional”, la que habla sobre anticomunismo. Por el contrario la “Declaración de Caracas” recoge la posición de varios países latinoamericanos, que trataban de contener la idea de la intervención (individual o colectiva) en los territorios de cualquiera de las naciones americanas.
Con respecto al tema del coloniaje, se puede notar que los Estados Unidos no estaban de acuerdo con la inclusión del tema en la agenda, pero a regañadientes lo aceptaron, no sin llevar a la reunión, como estrategia de discusión, la posición de que ese era un tema que no debía ser discutido en el seno de la OEA, sino más bien en el seno de las Naciones Unidas y que lo ideal sería que se difiriera por no tener posibilidad de llegar a acuerdo alguno en esas reuniones interamericanas. Venezuela, Argentina y Guatemala, que tenían voz y voto en las deliberaciones de la OEA y que tenían intereses que debían ser discutidos en la reunión, no protestaron demasiado por el diferimiento del tema para la próxima discusión en la ONU; mientras que a representantes de países como Puerto Rico y Guayana inglesa, colonias para el momento, por lo que tenían cosas que decir, no les fue concedido el derecho de palabra en la reunión de Caracas.
Aparte de los dos acuerdos nombrados, se firmaron otros tales como la Convención sobre Asilo Diplomático; la Convención sobre Asilo Territorial; la Convención para el fomento de las relaciones culturales interamericanas (que incluía resoluciones como la que comprometía a los estados miembros a la “Difusión, enseñanza y conocimiento, del sistema interamericano”); la divulgación de la “Historia y Geografía de América” creada por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia; además de una serie de acuerdos que tenían que ver con el funcionamiento del sistema interamericano. Es interesante hacer notar que los acuerdos que tenían que ver con la comisión de asuntos culturales tendieron a reforzar el sistema ya instaurado en otras conferencias sobre la divulgación y protección ideológica del sistema dentro de cada uno de los países. Además se creaba en la X Conferencia todo lo que tiene que ver con el Sistema Interamericano de protección a la Mujer y de la prohibición de todo tipo de discriminación racial, lo que era un tema absolutamente nuevo en el marco de las discusiones del continente.
Finalmente es interesante constatar que en el Archivo Histórico de la Cancillería venezolana se encuentra el informe mimeografiado que presentaba el Canciller Aureliano Otáñez, al Presidente Marcos Pérez Jiménez, en el que se aprecia la posición que sobre los resultados de la Conferencia en Caracas, asumió el Gobierno venezolano.
En dicho informe se puede observar el nivel de importancia que para el gobierno de Venezuela representaba cada uno de los temas tratados en la Conferencia de Caracas, por el número de páginas que se dedicó en dicho informe a cada una de las partes. Por supuesto que es posible que eso se debiera también a la cantidad de discusión e información que generó cada una de las comisiones. En todo caso, se supone que cada una de las partes tendría que tener la misma importancia, lo que se evidencia falso cuando se compara el volumen de páginas comentadas sobre cada uno.
El informe está dividido en tantas partes como comisiones había; es decir, en cinco partes más una introducción, en la que el Canciller daba una visión general de los resultados de la Conferencia. La introducción, que además contiene la lista de los delegados venezolanos y la agenda contiene 27 páginas. La dedicada a las discusiones en la comisión jurídico-política, que era donde se trataba el tema del anticomunismo y el del coloniaje abarca 145 páginas; increíblemente el asunto del asilo tiene 56 páginas mientras que el Pacto de Bogotá o Tratado Americano de Soluciones Pacíficas se le dedicaron apenas 7 páginas. Las discusiones de la comisión de asuntos económicos se informaron al Presidente en 100 páginas. La comisión de asuntos sociales fue tratada en 72 páginas. La comisión de asuntos culturales abarca solo 35 páginas. Y por último, la comisión de asuntos organizativos se resumió en 59 páginas. Es de hacer notar que en la agenda de discusiones de esta comisión se incluyó el asunto sobre la Comisión Interamericana de Mujeres. Es evidente que la comisión de asuntos jurídico-políticos y la comisión de asuntos económicos se llevó más de la mitad del informe presentado al Presidente.
Se puede ver cómo el Gobierno venezolano consideraba un éxito el hecho de que todas las delegaciones hubieran basado sus posiciones teóricas en la doctrina de la No Intervención, sin tomar en cuenta que lo importante, que fue la firma final de los acuerdos, no contemplaba las discusiones ni las propuestas hechas, sino la sola posición de los Estados Unidos, que era la delegación que había hecho los planteamientos centrales de toda las discusiones centrales.
Sin embargo, del informe se puede inferir que el gobierno venezolano tenía una visión clara sobre las relaciones de la nación norteamericana con los demás países del continente, cuando dice:
“Esta postura de las Repúblicas del Nuevo Mundo que, en lo que concierne a las naciones latinoamericanas, no es sino una expresión de su deseo de que se respete su autonomía por la República más fuerte y poderosa del Continente, se puso en particular evidencia cuando fue discutida y votada la Resolución anticomunista, frente a la cual cabe observar que todos los países representados observaron una actitud análoga a la que fue trazada por Venezuela, según consta de las instrucciones respectivas, desde que fue propuesta la inclusión en el Programa del punto en referencia.”
Las instrucciones indicaban que se votara afirmativamente las propuestas, si y solo si se garantizaba el respeto a la política de No Intervención. Ahora bien, si es verdad que todos los países latinoamericanos estaban de acuerdo en ese punto, no se puede excluir del análisis el factor significante que constituye el hecho de que la mayoría de los gobiernos del hemisferio en ese momento eran liderados por militares que no permitían el disenso político en sus países y que habían llegado al poder por medios no precisamente legítimos. Ello les hacía “poner sus bardas en remojo”, frente a la posibilidad de que en cualquier momento el Sistema Interamericano, que en la realidad lo que hacía era expresar los intereses de las empresas estadounidenses en la región, decidiera intervenir en los países con gobiernos ilegítimos, para defender la democracia continental, que era una de las propuestas fundamentales de la Carta fundacional de la recién estrenada Organización de Estados Americanos.

La OEA: el producto de la restructuración del Sistema Interamericano
Las nueve primeras conferencias llamadas informalmente panamericanas, fueron denominadas oficialmente “Internacional Americana”. Con la firma de la Carta de la Organización de Estados Americanos en 1948, se decidió el cambio del nombre a “Interamericana”, porque las Conferencias pasaban a formar parte del recién creado “Sistema Interamericano”; sin embargo, es notable que se tomara la decisión ejecutiva de continuar con la numeración que traía, en vez de denominarla Primera, como hubiera sido lo lógico, ya que debía ser la primera de la serie que inauguraría el sistema. Esta es una explicación de la publicación oficial de los resultados de las Conferencias Panamericanas. Lo que no dice la publicación oficial es que probablemente la decisión de la restructuración del Sistema Interamericano ya estaba en marcha y se sabía que no iba a haber otra Conferencia, con lo cual estaban planificando la historiografía, dejando que se cerrara el ciclo de Conferencias Interamericanas con la X.
Eso se confirmaría al final de la Conferencia de Caracas, en que Estados Unidos obtuvo un triunfo táctico muy cerrado, que algunos consideraron una derrota ; después de más de medio siglo echando las bases del sistema que respaldaría en el continente americano todas las acciones que pudieran tener lugar en el mundo para consolidar la hegemonía del capital norteamericano y de las empresas transnacionales asentadas en dicho territorio, era hora de cambiar de táctica para que la estrategia siguiera su mismo curso. Las reuniones periódicas darían paso a la instalación de una asamblea con reuniones ordinarias y extraordinarias, que se llevaría a cabo siempre dentro del territorio de los Estados Unidos, en la sede escogida por ellos para serlo, no haría falta preparar con antelación, haciendo más sencillo el control de las relaciones y de las decisiones de y entre los estados que forman parte del bloque.
La era del Panamericanismo pasaría a la historia como el capítulo de la conformación de lo que sería la Organización de Estados Americanos y en la práctica serviría de ensayo del bloque americano como soporte de los Estados Unidos en las decisiones a tomar por la Organización de las Naciones Unidas.
Pero tal parece que, como está sucediendo desde 2010, en que se introdujo en el congreso de los Estados Unidos un proyecto de ley para la modernización de la OEA , sin contar con la opinión de los estados miembros, como si la OEA fuera una reunión de los 51 estados de la unión; tal cual, en 1954, con la posible cartelización de los países latinoamericanos en función de la No Intervención, los Estados Unidos decidieron cambiar toda la estructura de funcionamiento de la OEA, a fin de que les fuera lo útil que les siguió siendo durante toda la segunda mitad del siglo XX.

Post-scriptum: el Golpe a Guatemala
El 18 de junio de 1954 Guatemala era invadida por fuerzas contrarrevolucionarias entrenadas, armadas y apoyadas en y por el ejército de Estados Unidos y el 27 del mismo mes, su presidente constitucional Jacobo Arbenz era obligado a renunciar, para ser defenestrado hasta su muerte, 20 años después.
De allí en adelante, hasta la actualidad, los Estados Unidos alternaría la política del adiestramiento de contrarrevolucionarios regionales, para intervenir cualquier gobierno que se muestre inconveniente a los intereses del capital, con las acciones militares directas, que aunque son menos fácilmente justificables ante la opinión pública interna, tienen un efecto contundente en la opinión pública internacional.


Pero Latinoamérica ha demostrado ser, tal cual describió Antonio Guzmán Blanco a Venezuela, “… como un cuero seco: la piso por un lado, se me levanta por el otro”.
El 5 de julio de 2011, Año Bicentenario de nuestros primeros intentos independentistas, se reúnen en Caracas todos los países de Latinoamérica y El Caribe para conformar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y El Caribe (CELAC). El solo hecho de que nuestras naciones logren establecer una reunión sin la figura de un “hermano mayor” rigiendo las discusiones es un triunfo de la Gran Patria soñada por Bolívar.
Las palabras finales del discurso inaugural del Canciller guatemalteco Guillermo Toriello a la X Conferencia en Caracas no pueden ser más pertinentes en estos momentos:
Sobre las inmensas tierras, mares y cielos de América el aliento de los libertadores mantiene flotando las banderas de la libertad. Aquí estamos, Bolívar, y al venir a esta tierra privilegiada que te vio nacer, conscientes de nuestro destino, nos presentamos ante tus ojos, sin las cadenas de la tiranía que por siglos nos oprimió, y que vos, Libertador, enseñaste a hacer pedazos. Guatemala [o la Patria Grande toda] es digna de vos, Capitán de la dignidad de América.




BIBLIOGRAFÍA

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Diario de la Décima Conferencia Interamericana, Caracas, Venezuela. Mimeografiado. Biblioteca Central del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores, 327.17-C76d, 1954.
Delegación de Venezuela a la X Conferencia Interamericana, Informe al Señor Presidente de la República. Copia al carbón, mecanografiado. Biblioteca Central del Ministerio del Poder Popular para Relaciones Exteriores, 320.54-C76ab, 1954
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